13 de noviembre de 2013

Pactemos

Yo prometo conocerte,
     vos prometes descubrirme; 
yo prometo sostenerte cuando flaquees, 
     vos me dejas apoyarme en tu hombro; 
yo voy a tratar de hacerte sonreír, 
     vos me ayudas a sostener mi sonrisa viva;
yo me voy a esforzar en impedir que el brillo de tus ojos se desvanezca, 
     vos me ayudas a mantener viva la llama de los míos;
yo intentaré alejarte de tus temores,
     vos me ayudas a sobrevivir a los míos;
yo prometo cuidarte, 
     vos prometes cuidarme.

Yo también tengo miedo. 
Pero tengo ganas. Y deseo.
Estoy dispuesto a animarme, a seguirte, a encontrarte. 
Sellemos con un beso este pacto,
y renovemos cada día la promesa, 
con un beso, con una caricia, con un abrazo. 


25 de octubre de 2013

¿Podrás?

Extender la mano y no alcanzar más que el vacío,
sintiendo que el frío te envuelve
cual niebla matutina, que todo lo cubre
y abrupto, te sofoca.

Andar a ciegas un camino desconocido
sin un punto de apoyo
y caer rendido ante el cansancio
conteniendo un grito ahogado
de socorro, desesperado.

La soledad pesa en la espalda
cuando más que profunda es crónica,
sigilosa, se esconde tras sonrisas forzadas
y las pupilas se inundan
ante miradas desatentas
que te rodean sin abrazarte.

Estas, y no estás.
Sobran los motivos, como dice Joaquín,
pero no abundan las ganas.
Dejar la angustia atrás,
saltar al infinito, y al fin,
volver a soñar.
¿Podrás?

14 de agosto de 2013

Sanar

A veces no llegas a darte cuenta de lo profundo que se esconde el dolor.
Ni de lo intensa y desgarradora que es la soledad.
A veces necesitas detenerte
y mirar, cuidadosamente,
cada una de las pequeñas grietas de la coraza
que te mantiene fuerte y erguido.

A veces una pausa puede salvarte la vida,
y una lagrima apagar un incendio,
igual que el llanto acallar la explosión.

A veces necesitas tiempo,
entender, descubrir,
o tan solo llorar
y comenzar a sanar.

Lo que hiere permanece silencioso
por más fuertes y robustos que parezcamos,
firmes, sobre nuestros pies,
con la cabeza en alto y la sonrisa de escudo.

A veces necesitas escaparte de las garras del vacío,
pedir a gritos ayuda
y quizás, tan solo y en silencio, dejar que te levanten
y te ayuden a andar.

A veces el miedo y la soledad son más fuertes que la voluntad.

A veces lo incierto asusta,
y lo certero se desvanece,
se esfuma ante tus ojos,
que se nublan, se inundan

A veces necesitas tomarte el tiempo necesario para sanar.
Al menos, aquello que aún está a tiempo de poderse curar.

13 de agosto de 2013

Memorias...

Saborear el pasado conlleva exponerse a que lágrimas, alegres o tristes, afloren. Y mientras éstas comienzan a hacer cristalinas las miradas, sonrisas cómplices, con las memorias que nos invaden y recorren, se deslizan imperceptibles primero hacia un lado, luego hacia el otro. 
Una palabra, una imagen, un acorde pueden ser los catalizadores de ríos completos de nostalgia, de torbellinos de recuerdos que se suceden cual secuencia filmográfica, reproduciéndose frente a nuestra mirada perdida en la nada.
Todos venimos de algún lugar. 
Y no importa cuan feliz o triste, cuan luminoso o lúgubre ese lugar haya sido... siempre habrá un instante, un sonido, un rostro, un deseo, un suceso que nos haga sonreír. Y calro, siempre habrá alguno que nos haga llorar.
La nostalgia tiene eso. 
Es entrañable, y a la vez, detestable. 
El pasado siempre tendrá matices, como el presente, y como sin dudas será el futuro. 
Los absolutos son inventos de aquellos que se resisten a asumir que la realidad son porciones. Porciones de alegría y porciones de felicidad, que en suma, dan forma a una existencia. 
La nostalgia tiene eso. Nos hace humanos. 
A los soñadores los arrastra hacia la realidad. A los pesimistas les demuestra que también pueden sonreír. 
La nostalgia tiene eso... nos hace latir. 

Hoy fui su presa. Y lloré. Y sonreí.

22 de junio de 2013

¿Y si soñar nos cuesta vivir?


Junto a una fotografía me escribieron un día: "Nunca abandones tus sueños..." 

Leer esa pequeña recomendación, pequeña e inmensa, claro, me puso a pensar.
¿Es que acaso la vida se trata de eso? ¿De perseguir sueños?
¿Y si perseguir sueños habla de una constante insatisfacción con el presente, de como nos escapamos de quienes somos?
Porque a veces nos mentimos, y nos decimos que soñamos, porque nos asusta enfrentarnos con la imagen en el espejo. Y responsabilizamos al entorno, mas no al reflejo de lo que nosotros mismos vemos.

¿Y que hacemos cuando esos sueños no son tan claros? ¿Los inventamos? Simplemente porque está bien tener sueños, y está bien tratar de alcanzarlos.

Sé que puede parecer extraño... pero ¿y si soñar no es para todos?
Si sentimos que nuestra vida no está tan mal como está, después de todo; o peor aún, si no sabemos hacia dónde queremos que vaya nuestra vida, de ahora en más... En esos casos que seríamos ¿soñadores frustrados?

Alguna vez hace años llegué a pensar que mi sueño era hacer del mundo un lugar mejor. Pero crecí, me di cuenta que el mundo sólo puede ser un lugar mejor mientras yo haga y de lo mejor de mí por ser feliz. Y me escapé de mi vida, y de mis afectos. Y de mis fantasmas, mis dudas y mis miedos. Y me dije a mí mismo, y le dije al mundo que iba detrás de un sueño.
Y ahora sé que eso no era más que un invento, una falacia.

Quiero poder sonreír, sentirme pleno, feliz. Abrazar a los que quiero y decirles cuanto bien me hacen. Y a veces me asusto, porque siento que lo único que quiero es que el tiempo pase, y avance... y espero que algo, lo que sea, en el camino, me haga sentir, me haga emocionar, o incluso me asuste, no sé.
Hoy estoy perdido... no sé hacia dónde debo ir... ni que sueño perseguir.

Pero por suerte, como dije al comienzo, aún tengo dudas de si de perseguir sueños, se trata vivir. Después de todo, quizás vivir se trate solo de eso, de vivir tratando de ser feliz con lo que somos hoy, ahora, acá. 

13 de mayo de 2013

Le regalé mi día a los acordes

Buscando huir de la agonía de la rutina, decidí ignorar al tiempo, que insistía en avanzar, y dediqué mis horas a regocijarme al son de acordes que surcaban el viento, casi reflejados en los rayos del apenas cálido sol de otoño.
Perderme y encontrarme ¡vaya pardoja! Es tan simple dejarme sucumbir ante la fusión hipnótica de las voces y la música... y cuando ocurre pienso: que sencillo el universo, que claro el horizonte, cuando alcanzas la abstracción que te eleva de un plano tangible a uno en el que ya no pesan las cargas y no presionan las obligaciones.
¡Cuán increíbles son las notas que fluyen y embebiéndose de la brisa a su paso, te transportan a ese universo donde la percepción sublima todos los sentidos!
A veces me pregunto porqué no lo hago más a menudo, porqué no dedico más tiempo a mis placeres y menos a mis penas.
Es la música que incita a olvidar que el tiempo pasa y nos apresura.
Es la música que enciende las emociones aletargadas en aquél recóndito lugar en que guardamos los sueños adormecidos.
Es la música. Y son las voces.
Nos despiertan y nos recuerdan que estamos vivos.

Y justo en medio, una sonrisa y unos ojos del color del otoño mirándome al pasar. 

6 de mayo de 2013

Una llama que danza en la oscuridad

En medio de la penumbra del anochecer y ante la pálida y cálida luz de una vela que danzaba, cual si fuera a extinguirse ante cada soplo de viento, una lágrima se deslizó por su mejilla.
Una lágrima solitaria, perfectamente curvilínea comenzó a recorrer su rostro apenas visible y a destellar. Y en ese destello arrastraba una pena que acababa por perderse en la comisura de un labio sediento. Sediento de tiempo, de néctar, de pasión. 
Envejecer no estaba en sus planes. Nunca lo estuvo. Sabía de antemano, que envejecer sería algo demasiado solitario. 
Ni la música ni los versos, ni los libros ni los óleos. Ninguno de ellos podía abrazarlos. 
Ansiaba dormir, porque cuando dormía podía soñar y volver a andar aquél camino. Y no dudar. Era valiente en sus sueños, y joven, y equivocarse era un juego, nada más.
Una segunda lágrima salió despedida, y ya no las pudo frenar. La noche caía, y las melodías, aunque omnipresentes, se desvanecían. Sólo lograba oír el silencioso deslizar de esas frías perlas transparentes sobre su rostro y saborearlas amargas al final. 
Su pecho se oprimía, desde adentro y la noche lo envolvía. El tiempo llegaba a su fin, y el negro abrazo de la  oscuridad no lo abrigaba, ni lo confortaba, ni lo consolaba. 
Soledad. Inconmensurable, interminable, eterna. 
Sintió que esa última lagrima le rasgaba el rostro, intentó abrir sus ojos pero la llama ya no danzaba. Oscuridad. 

1 de febrero de 2013

Labios sedientos de néctar,
carentes de humedad;
el viento los seca
y se cuela en las hendiduras
mientras esperan temblorosos
la cura de sus males:
un beso que los haga despertar.

30 de enero de 2013

He visto el tiempo padecer,
he sido testigo de un suspiro eterno,
he podido oír un corazón detenerse.
He sufrido
por amor,
y he llorado.
Y he aprendido.
No sufre quien ama
sino, quien está equivocado.

21 de enero de 2013

A medida.

Conocerte…
Descubrir que de a poco vas dejándome entrar y ver tu luz real.
Sentir que una mirada se convierte en un cálido compartir, cómplice sigiloso.
Suspiro inerte que escapa de una sonrisa suave y oculta, tenue esbozo.
Y aprender a tenerte y no, a que estés y no.
Girar el rostro y saber que no sos real pero que estás, levantar la vista y entender que sos real pero en realidad no estás.
Conocerte en mi mente, imaginarte y descubrirte como quiero que seas.
Fantasía inescrupulosa que me seduce y me hace perder nociones; tiempo y espacio.
Elijo construirte para mí a mi medida, con el calce justo así no me aprietas ni me quedas grande. Te invento de la estatura justa, a la distancia apropiada, con el color indicado, la vestimenta ideal, la sonrisa perfecta.
Es mi sueño mi delirio, mi anhelo mi deseo, puedo hacerte como quiera.
Y camino al son de mis latidos, rumbo a tu encuentro.
Miro y no veo, observo y no comprendo, la vida que camina a mi lado, la que va en sentido contrario, la que cruza frente a mí.
Voy a tus brazos, voy a tus ojos, voy a vos, y me estas esperando.
Te alcanzo y te giras. Late, galopa… te miro y te veo, te observo y te entiendo.
No eres mi fantasía afortunadamente, por que no existirías, más si eres justo a mi medida.
Sonrío cuando tus manos toman mi rostro. Silencio. Miro, miras… nos vemos.
Sonríes.
Me besas.
Te beso.
Silencio. No hables. No hablo.
Laten juntos, viven. Corazones que buscan. Que se encuentran, que se descubren, se conocen. Que comprenden.
No se trata de perfección. Se trata de verdad. Se trata de ser, justo a la medida.

¿ópera prima?

Son los minutos, tal vez, que pasan incesantes y lo arrollan. Son las horas, los días, los años, que vienen y se van.
Ya no quiere ser testigo de la historia, está cansado de ver los personajes una y otra vez.
Cambian de rostro, de nombre, tienen otro color de cabello, otro color de ojos, se visten diferente, pero son los mismos; la obra es la misma, los diálogos, los desenlaces. Ya no le importan siquiera las escenografías ni la banda sonora, todo es parte de un embrujo que responde a una misma receta.
Ya no quiere sentirse vacío, despertar y descubrir, que sigue tan hueco como la noche anterior. Ya no quiere navegar en miradas insulsas, despojadas de brillo.
Ya no quiere un latir opacado ni una sonrisa forzada.
Está buscando un rumbo nuevo, una obra culmine que le genere esa sensación de plenitud que sabe puede sentir.
Está buscando una historia de piel, de pasión, de charlas y entrega, pero también de recibir y compartir.
Quiere soñar, disfrutar.
Quiere sonreír y entregarse por completo.
Quiere mirar y encontrar no sólo el brillo, sino el ser desnudo y primigenio entregándose a los brazos que se le extienden.
Quiere lograr la suma perfecta de dos almas fundidas en una simbiosis de placer y éxtasis agobiante, sudoroso, dulce y tierno.
Quiere sonreír al recordar una caricia, quiere sentir el sabor de los besos permaneciendo en sus labios.
Quiere amar y ser amado, ya no está dispuesto a ser sólo un actor de reparto.

¿Cuánto puede afectar una sonrisa la estabilidad de una persona adulta?

¿Podrá ser?
¿Puede uno hallar en el brillo de unos ojos
(bellos por cierto, muy bellos)
respuestas a las dudas que venía formulándose?
¿Es posible acaso que la comisura de unos labios
(deliciosos, me imagino, muy deliciosos)
oculte las respuestas a tantos interrogantes?
¿Cuánto puede afectar una sonrisa la estabilidad
de una persona adulta?

Caminé haciéndome todas estas preguntas, fueron unos escasos metros los que nos separaban.
Sabía muy bien que eras vos, pero no podía ser tan evidente. Fingí buscarte de manera despreocupada...
Fueron volátiles y, por suerte, disimulados, los escalofríos que me abrazaron cuando entre las cabezas anónimas encontré tus ojos, tus labios, tu sonrisa.
Y acercándonos, cual niño frente a una vidriera de juguetes, intentaba disimular los latidos (¿qué, vos no los escuchabas?) y la sonrisa.
Esa sonrisa que evidencia que lo que ves te gusta demasiado. Maldita sea esa sonrisa que linda con la risa de felicidad y por muy muy poco no son lo mismo. Maldita sea porque me deja en evidencia, me expone.
Y por si faltaba algo, nos saludamos y me estremeciste con tus acordes al hablar.
Claro... ni rodillas, ni sonrisa, ni gestos, ni mirada pude ya controlar.
Inocente cual insecto caminé por la telaraña y caí en tu red.

Pasó el momento, si, la cola avanzó, debíamos continuar... pero esos segundos fueron ¿horas?, ¿días?, ¿que fueron?.
Fueron un regalo... no importa ni cuántos ni cómo. Fueron mi regalo.
Gracias, me hiciste sonreír, me hiciste soñar.

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Es de hace tiempo, pero lo vuelvo a publicar porque me gusta ;) 

Naufragio

Despertó sofocado por el calor de verano, confundido, sin terminar de entender dónde se encontraba, o cómo fue que había terminado allí. Levanto lentamente la cabeza, sintiendo como el ardor le recorría la espina, el cuello, la espalda toda; causado seguramente por tantas horas de exposición al sol, en el agua y la arena que recién notaba se había colado entre sus dientes. Le ardía la vista, e incluso mirar más allá de sus propios brazos tendidos sobre la playa le resultaba un esfuerzo casi irrealizable.
¿Dónde estaba? ¿Cómo llegó allí? ¿Cuánto tiempo estuvo dormido... o inconsciente? Su mente se llenó de preguntas que no podía siquiera empezar a responder, y cuando quiso hablar -al vacío, porque a simple vista estaba solo- sintió que también su garganta le dolía. Seca. Áspera. Como si hiciera días que no ingería gota alguna de agua.
Tenía que saciar su sed. Sabía que si no se hidrataba, iba a durar muy poco en las condiciones en que estaba. Estuvo a punto de beber del agua que bañaba sus piernas, pero se detuvo. Agua salada. Podía sentir la sal en sus dientes, en sus labios, en su tensa piel. No sólo era arena lo que lo cubría, ni la quemazón lo que hacía que cada centímetro de su desnuda piel le doliera. También la sal. No podía beber ese agua. Necesitaba beber agua segura. Y comer. El hambre estaba volviéndolo loco. Desesperaba.
Pero antes, el agua, eso le ayudaría.
Intentó arrastrarse, sintiendo como la debilidad le ganaba. Tratar de mover sus piernas fue un esfuerzo inmenso, que no tuvo resultado alguno.
Inmóvil. Ardiendo. Bañado en agua salada y arena. Hambre, y sed. Una sed que sentía nunca podría saciar.
Intentó recordar cómo llegó allí, a ese lugar, a ese estado. Intentó, entre sollozos ahogados, pensar dónde se encontraba. Nada. Sólo sed, hambre, ardor, dolor. Desesperación.
¿Moriría?. Tenía que levantarse. Necesitaba salvar su vida. cerró sus ojos intentando concentrar sus fuerzas en sus brazos. Si lograba levantar el torso, y la cabeza con el podría ver más allá de la espuma que subía y bajaba ante sus ojos con la marea.
Fue imposible.
Descansar. Ahora que estaba consciente trataría de descansar, su cuerpo, y su mente.
Volvió a abrir sus ojos y lo rodeaba la espesa negrura de la noche y el infinito firmamento que brillaba como nunca en su vida lo había visto. La noche. Cálida. Pero la ausencia de los rayos del sol sobre su piel le hacían sentir frío.
¿Era la noche? ¿O era esa sensación de que estaba perdiéndolo todo, de que su último suspiro se acercaba?  Trató de controlar su respiración, oír sus propios latidos, pero el golpeto del agua sobre sus extremidades no lo dejaban discernir. ¿Su corazón aún latía? ¿O estaba muerto, y éste era uno de los infiernos dantescos? ¿O uno de sus cielos? Recordó, o creía recordar, que los cielos eran tan sofocantes como los infiernos. ¿O no fue él quien los describió de ese modo?

De pronto, como una ráfaga que lo envolvía todo, una alarma lo sobresaltó.
Cerró el libro, levantó la mirada y quitándose los anteojos dejó el banco de esa plaza para retomar su rutina. La hora del almuerzo llegó a su fin.