14 de diciembre de 2010
don´t forget
que olvidar es imperdonable;
mucho más lo es,
olvidar lo inolvidable.
Olvidar la esencia
es olvidarse de vivir.
Nunca vuelvas a olvidar,
que la vida no vale la pena
si olvidamos vivir
esencialmente
la vida que tenemos
siendo quienes somos:
en esencia... nosotros.
10 de diciembre de 2010
confieso
hasta duele físicamente... de verdad
Extraño acurrucarme en tus brazos
y que con una mirada cómplice me retes
porque sabés que lo que me está lastimando
es culpa mía y sólo mía;
y que al mismo tiempo con una sonrisa
corras las lágrimas que empañan
las pupilas húmedas
y me robes una carcajada.
Te extraño. Y te necesito. Mucho.
Pensé que la distancia sería más sencilla...
pero pesa cada día más.
Y el tiempo abruma, y se agolpa, se acelera.
Cartas a Nadie II
En realidad... estaría bueno comenzar no siendo hipócrita.
Ya sé como estás. Claro que lo sé... lo que no sé es si logro comprender la complejidad del como estas.
Duele no? Sentirse humillado, digo.
Darte cuenta de que fuiste ciego... incluso hasta un poco torpe, exponiéndote de ese modo. Culpable también, claro, toda mentira necesita un crédulo para existir. Pero no es mi intención mutilar tu orgullo más de lo que ya está.
Y hablando un poco de ello, que no aprendiste a no tropezar con la misma piedra aún? Porque sabías a lo que te enfrentabas, no podés negarlo. O vas a tratar de negar eso también? Ay ay ay... es así, una piedra que ya te cortó, que ya te dificultó el andar, por qué habría de cambiar su esencia, su función, si es la misma piedra?
Debe tener que ver con ese familiar cariño que los seres humanos demostramos a la autoflagelación. Porque evidentemente, si cuando sabemos que en determinada dirección no nos espera más que pesar, dolor, incomodidad... avanzamos exactamente en esa dirección; tenemos q asumir que nos gusta que nos duela.
ya cansa un poco, además.
Y si, vos disculpame... pero si te pasó una vez, te pasó dos veces... tomaste otro camino, pero fuiste pateando la piedra como para volver a tropezarte... se cae de maduro que te gusta. Te gusta que te duela.
Que extraño placer hallaremos los humanos en llorar, en sentir que el pecho nos oprime.?
Bueno, pero no era para esto que quería escribirte. Te pido disculpas, en realidad, porque en medio de tu dolor yo lo acentúo diciéndote que al fin y al cabo estas sufriendo por tu culpa, y porque vos volviste a elegir mal. Ya sos grande y sabés lo que hacés, o deberías.
Yo en realidad te escribía para decirte que se te hace tarde... que el tren se va.
Si... así que yo trataría de armar la valija, perdonar, perdonarme y avanzar. La vida se va... y no creo que te la quieras perder.
las nubes lo cubren
no alumbran
no destellan para mí...
nubes borrascosas se lo impiden
y esa vieja herida ya cicatrizada
con la humedad se resiente ,
arde
y quema desde adentro
aún duele.
abatido el romance se agota en un suspiro,
humillado yace el amante desechado;
los ruiseñores
(pájaros inexistentes quizás?)
nunca cantaron, ni cantarán.
Sólo la lluvia que comienza, agresiva,
a azotar el vidrio aún templado
por el latido que imaginó el despechado,
se oye.
Limpia?
Purifica?
Mentiras. Viles mentiras.
Sólo empeora el cuadro.
19 de octubre de 2010
Soles que salen
8 de agosto de 2010
Mesa para uno
¿Es miedo acaso?
No voy a entregarme, no voy a dejarme caer.
31 de mayo de 2010
Atascado en vos
20 de abril de 2010
not just a breathe...
4 de abril de 2010
en la inmensidad
transcurren sin prisa ni ansia
en la oscura inmensidad,
sembrada ella de titilantes astros,
que coronan magnifica a la luna
soberana de la noche,
testigo de mis pensamientos
y complice de mis suenos.
Son horas de calma serena
en medio de agitados presentes,
y con mi Reina perlada
como unico resguardo,
expongo a sus destellos frios
desnuda el alma y quito la coraza.
Es esencia, es fragil
el ser expuesto en su estado mas puro;
es peligroso y hasta suicida
descubrir de esa manera
y a tal punto exponerse...
La reina banandome la piel,
la noche abrazandome voraz,
las estrellas marcando el ritmo del latir
y tu rostro dibujado en la cara de mi Reina
tan unico e inalcanzable
cual ella misma.
Es aqui en la inmensa libertad
que reconozco y que asumo,
con mi soberana como testigo,
que la traiciono por unica vez pero para siempre
pues ese vacio que antes asfixiaba
hoy lo ocupa tu rostro, tu mirada,
tu sonrisa, tu caricia, tu llegada.
27 de marzo de 2010
pasan y pesan
17 de marzo de 2010
el beso perfecto
4 de marzo de 2010
malas compañías
3 de marzo de 2010
Sus labios sedientos le dijeron que debía despertar. Habían pasado horas, probablemente días de la última vez que había estado consciente. Intentó con todas sus fuerzas levantarse, apoyándose lentamente en las piedras que le cortaban la debilitada piel de sus palmas. Con cada intento fallido, la sangre brotaba de sus rodillas resquebrajadas al caer con su peso muerto, abatido sobre el pedregoso sendero.
Supo antes de comenzar el viaje que esa montaña más que un desafío sería la prueba más difícil que hubo alguna vez enfrentado. Aún así nada pudo detenerlo. Era su travesía, su búsqueda. No sabía bien que le esperaba en la cima, quizás más incertidumbre y ninguna respuesta, pero sentía que ese sendero casi perdido entre piedras y matorrales lo llevaría a algún lugar. No sólo a algún lugar, sino al lugar en el que debía estar.
Sabía también que los riesgos eran demasiado grandes. No había consultado acerca de cómo se comportaría el clima en esos lares por aquellos días, tampoco había previsto qué tiempo le llevaría la escalada por lo que no podía estimar si el agua y la comida que acarreaba serían suficientes.
Él sólo supo que era su camino y lo tomó.
Comenzó a andar, despojándose de temores y dudas. Horas más tarde, si poder siquiera saber cuántos metros se había alejado de tierra firme, ya no tenía señal en su teléfono satelital. Estaba incomunicado.
El clima no fue el mejor, soportó con entereza sus inclemencias, o al menos la mayoría de ellas. La comida y el agua no fueron suficientes. El terreno era mucho mas inestable, incierto de lo que hubiera imaginado. En más de una oportunidad se le cruzó por la mente la idea de regresar. Simplemente debía girarse, descender. Ya podría volver a intentarlo, venir más equipado, con más provisiones.
¿Por qué no dio marcha atrás?. ¿Por qué no tomó las cosas con más calma, si podía esperar y luego volver a intentarlo?. Sólo él lo supo.
Probablemente las ansias de descubrir eso que lo esperaba en la cima eran demasiado grandes. Probablemente porque no estaba acostumbrado a rendirse, y menos aún a dar marcha atrás.
Y ahora estaba desangrándose. Sediento. Solo. Quizás tan cerca de su propio final como nunca imaginó. Pero la cima estaba tan cerca. Sólo un pequeño, o no tan pequeño esfuerzo, y conquistaría su meta.
¿Que haría?
¿Ponía en riesgo su vida, todo lo conocido por alcanzar un sueño?
No lo dudó. Se irguió temblorosamente sobre sus debilitadas piernas, apoyándose con sus cansados brazos sobre la dura piedra, levantó la vista, inhaló profundamente una bocanada de aire y avanzó.
27 de febrero de 2010
ahora mismo...
25 de febrero de 2010
Sabores dulces que saben amargo
Cuando uno es pequeño imagina que será cuando crezca. Pasa de querer ser Médico a Constructor, se perfecciona en Ingeniería, cambia a Astronauta y de inmediato quiere ser Rey. Las fantasías se conjugan con la realidad y cada instante es un nuevo proyecto de vida.
En la adolescencia nos apresuramos por ser grandes. No nos importa mucho el qué ni el cómo, solo queremos que sea ya, ahora. Libertad, sentimos que buscamos desesperadamente.
Y llega ese momento en el que las fantasías nos arrastran hacia un lugar y la realidad nos empuja a tomar decisiones de mayores, cuando todavía somos tan jóvenes. Y elegimos. Empezamos a andar un camino, por nuestros medios, apoyándonos o no en quienes tenemos cerca, pero andamos.
Hay elecciones que hacemos que nos hacen descubrir un mundo con el que nunca habíamos soñado, otras que son previsibles, muchas que nos llevan directo a una pared. Pero lo importante es elegir. Decidir. Optar.
Hace muchos años elegí un camino, elegí una vida.
Elegí compartir mis sueños y utopías con un grupo de gente que veía las mismas injusticias y carencias en mi entorno que yo.
Comencé a andar un camino con compañeros que caminaban a mi lado y se esforzaban al igual que yo.
Con el pasar de los años descubrí que la confianza puede tomar muchas formas, pero ésa que te permite estar seguro de vos mismo y a la vez de quienes te rodean, implica muchas cosas, muchas turbulencias atravesadas en conjunto.
Comprendí que cada día me faltaba más por aprender y por saber.
Aprendí a hacer en conjunto, pensando en equipo. Conocí el compromiso y forjé mis principios, a la par de los de mis compañeros.
Pude conocer un mundo complejo y entramado de consensos y disensos. Disfruté las victorias, lloré las derrotas.
Logré entender que cuando uno forma parte de algo y se compromete, los cambios si son posibles. Aprendí a ser parte de algo mucho más grande que uno mismo. Descubrí que el objetivo es más grande, incluso, que lo que mis ojos alcanzan a ver.
Pasión conjugada con voluntad, pensamiento y acción de la mano, coherencia y responsabilidad como herramientas. Un andar tranquilo que persigue utopías. Sueños que se esfuerzan por convertirse en realidad.
Hace muchos años elegí comprometerme con una ideología, con un manojo de principios, con prácticas honestas y con el trabajo constante. Con el pasar de ellos construimos sueños y proyectos colectivos. Construimos realidades diferentes.
No es que esté llegando al final, muy por el contrario, ese camino es aún más largo. Muchos han pasado y siguieron andando, muchos se desviaron o simplemente se agotaron. Por mi parte, he completado un ciclo. He llegado a un punto en el que debo cambiar de herramienta, para seguir andando el mismo camino.
Y es a la vez dulce y amargo.
Es amargo mirar hacia atrás y ver cómo el tiempo pasó y cómo muchos de los que me acompañaron en este camino fueron culminando sus ciclos. También lo es mirar hacia adelante y ver que ya no caminaré junto a otros. Es amargo saber que las cosas a las que me había logrado acostumbrar ya no estarán, que las personas con las que me había habituado a dialogar estarán ocupadas en otras conversaciones. Es hasta un poco triste alejarse de un momento a otro, por más que sepa que aún hay mucho por hacer y aportar.
Y a la vez ese sabor dulce genera una sonrisa que se mezcla con las lágrimas. Ese sabor gratificante de haber transitado y haber dejado, mucho o poco, lo mejor que uno pudo dar. Esa alegría de mirar hacia adelante y ver como quienes, de diversas formas, te acompañaban, siguen firmes su andar.
De eso se trata, de pertenecer, no de poseer. De formar parte, no de ser indispensable. De entregar todo, no de esperar recibirlo todo.
Y el ciclo culminó.
Ésta etapa se cerró. Y me despido con una inmensa alegría teñida de tristeza. Alegría de haber sido parte. Tristeza lógica de dejar algo que se ama.
Pero verlos seguir es lo más lindo, lo que me hace pensar que tantos años, no sólo valieron la pena, sino que si tuviese que volver a elegir, lo haría sin siquiera pestañear.
Hoy quiero agradecerles, a todos quienes estuvieron, quienes están y quienes estarán, por permitirme ser feliz siendo parte, por enseñarme y permitirme crecer. Por dejarme compartir y reproducir. Por enseñarme que ser rey es quizás un sueño, pero que un Reino, sin dudas, se puede construir.
(A la Franja Morada Regional Litoral, de hoy y de siempre, por todo lo que me dio y me permitió entregarle)
18 de febrero de 2010
Despertar
Sin decir demasiadas palabras podía decirlo todo.
Sus ojos transparentes reflejaban el brillo de la última lágrima que se había desprendido de sus retinas, llevándose en un esbozo de sonrisa el sabor amargo del llanto que termina. Con el cansancio que lo abatía, lo decidió.
Ya no iba a llorar por algo que nunca fue más que lo que él quiso que fuera.
Idealización, tal vez; una dosis de autocompadecimiento sazonada con soledad, probablemente, y una sonrisa indudablemente seductora lo arrastraron a esos interminables pasos penumbrosos que lo habían perdido en una trayectoria circular. Seguía caminando pero sólo podía girar sobre la misma visión. Triste, lúgubre.
Estuvo al alcance de su mano y un movimiento brusco lo ahuyentó haciéndolo volar. Era libre, no suyo, ese ave que tantas veces había imaginado anidando junto a él. Quiso convertirse en su alimento, más no supo ni pudo saciar su hambre. Quiso ser su bebida, más no pudo quitarle la sed. Quiso ser sus ramas, más no entendió que un árbol a veces no es suficiente para la libertad.
Estaba seguro de que lo había perdido, y ello lo mareaba caminando en ese espiral que nunca llegaba a su centro. No podía escapar, estaba atrapado en su deseo, en su ilusión. El ave echó a volar y no iba a regresar.
Fue su propia sonrisa en el espejo lo que lo hizo despertar. Su reflejo le demostró que por más que le pesara el mundo que se había inventado, podía sonreír. Era tan sencillo como detenerse el dejar de deambular, era tan simple como ver que la perfección nunca es tal, más allá de lo que uno mismo la pueda imaginar. Entendió que lo que sintió suyo no era lo que perdió. Había perdido otras cosas, pero no algo que nunca poseyó. Su canto nunca fue para él. Su aleteo, su mirar, su esperar. Se los había inventado por comodidad. Era hablarle al viento... pasa, se va.
No se trata de recibir, se dijo, se trata de entregar.
12 de febrero de 2010
¿Qué no ves?
¿Acaso no notas, que cada caricia es un deseo,
que cada párrafo se impregna de tu aroma?.
¿No has notado, que tu sonrisa me inspira,
y que tus ojos me indican el camino?.
¿No comprendes?
Ternura para mi sería verte despertar a mi lado. Tierno es tu mirar
Dulce es tu sonreír.
Real es esto que nace en mí y que te quiero regalar.
Los momentos nos separan, pero te siento cada vez más dentro de mí.
Cada segundo que me regalas es un grano que atesoro
de las arenas que fluyen sin cesar
Deténganse. Aguarden.
Este universo que construyo soy yo, es lo mas puro de mí.
¿Qué no ves?
Lo construyo para vos y para mí. Para los dos.
11 de febrero de 2010
y al mismo tiempo, lo dice todo.
Mediaba la semana y el cansancio se hacía sentir. Eran las ocho de la noche y la jornada laboral había estado repleta de actividades, cientos de cosas se enredaron en su cabeza durante todo el día. Reunirse con tal, escribir aquello, leer lo otro. Típicas tareas en un típico día en su vida.
Había algo raro en el aire, el calor había disminuido y se sentía una brisa fresca, casi podía confundirse con una nochecita de otoño, sólo que los 36 grados de térmica que habían asediado a la ciudad por la tarde indicaban claramente que no lo era. Pocos locales permanecían abiertos. Era una noche extraña, ya casi no quedaba gente corriendo por las veredas de Avenida Callao.
Qué bueno, pensó. No iba a tener que someterse al zigzagueo habitual para no ser arrojado por algún transeúnte distraído.
Afortunadamente ya estaba regresando a casa, otro día culminaba… pero ante el escenario que se le presentaba, decidió caminar algunas cuadras antes de subirse al sofocante mundo del subterráneo porteño.
Tranquilo, escuchándola como siempre y perdiéndose en sus tonos celestiales, caminaba lento, tranquilo, mirando a la nada.
Detuvo su pensamiento y lo posó en un edificio recientemente restaurado. Había sido grande, la inversión, era evidente. Le causo estupor ver ese colosal hotel de muchas estrellas totalmente renovado, reluciente y a los tres metros de la puerta una familia durmiendo en el pórtico del edificio contiguo. Que contraste más irónico, se dijo.
En ese momento giró su vista para rodear a dos adolescentes que caminaban en sentido contrario, y fue ahí que se congeló. La mirada se clavó en su figura, unos 10 metros delante de él, caminando directamente hacia él. La sensación que lo invadió fue similar a la de un niño cuando ve debajo del árbol de navidad su regalo. No podía evitar fijar su vista en el caminar acelerado y a la vez elegante. Era un ser diferente. Tenía algo en su andar, en su rostro, en sus ojos. ¿En sus ojos?. Estaba devolviéndole la mirada!
En segundos pensó en sostenerla, retirarla, sonreír, mirar fijo hacia adelante. No sabía como reaccionar. ¿Cuántas veces nos ha ocurrido que caminando, en el colectivo o en el subte nos hemos detenido a observar a alguien que nos resulta interesante? ¿Cuántas veces hemos divagado pensando en qué podría ocurrir, cómo iniciaríamos una conversación en casos similares?
Perdido en todos estos delirios se dio cuenta que estaban por cruzar lado a lado, y las miradas seguían fijas la una en la otra. Temblaba. Latía escandalosamente su corazón, le sudaban las manos.
Se cruzaron con un ritmo más lento, y continuaron su paso.
¿Estaba bien darse vuelta, ver si aún estaba ahí?. ¿También se habría girado, se volverían a encontrar sus miradas?.
No lo pensó más, me doy vuelta, se dijo. Y allí estaba. También había disminuido su marcha y se había girado. Las miradas otra vez entrelazadas. Y sonrieron. Ambos.
Este es el punto en el que más de una vez todos nos encontramos y debemos resolver la gran incógnita: ¿Volvemos y le hablamos?.
No estaba dispuesto en ésta ocasión a reprocharse después porqué no había regresado. Afortunadamente, parece que los dos pensaron de manera similar.
Alli estaban, frente a frente. Las miradas seguían la una perdida en la otra.
Hola, le dijo.
Hola, le respondió. Y ambos sonrieron nuevamente.
10 de febrero de 2010
6 de febrero de 2010
A veces una sonrisa basta
A veces las voces se oyen demasiado fuerte, los gritos ensordecen, y el silencio es un privilegio que muchos quisiéramos disfrutar.
En ocasiones el llanto inunda las retinas, ahoga el camino salando las esperanzas. Uno no ve más allá del dolor, del momento, de la situación. El sol del ocaso nunca termina de esconderse, y sus rayos desgarran naranjas, rojo sangre. Un crepúsculo eterno, interminable, agotador.
Las almas enfrentan cruzadas propias e internas, los placeres se atormentan unos entre otros y se desangran en batallas inagotables. Heridas que no cierran de batallas perdidas, empatadas, ganadas.
Esperanzas que agotadas de esperar su concreción desgranan sus estructuras y se desmoronan, ilusiones que se esfuman en las arenas del tiempo y son arrastradas inertes ya por las horas, los días, los años.
La negrura lo nubla, la quietud sofoca haciendo difícil que el aire impregne los pulmones y la vida prevalezca.
A veces, esa luz que te rescata, ese brillo que te ayuda a salir de las penumbras, no es un sol ni una estrella. A veces con una sonrisa basta.
Una sonrisa ilumina, contagia, enamora.
A veces, una sonrisa basta.
Memorias
1 de febrero de 2010
Huellas en el mar
22 de enero de 2010
Violación.
Sintió como esas manos frías la mansillaban. Sabía que probablemente después de esto no podría volver a verlo a la cara, nunca más. Tendría que irse. Lejos. Donde no pudiera encontrarla y su secreto estuviera a salvo.
Llegaría despacio (podía ver en su mente cada paso sigiloso en la oscuridad), sin moverse apenas, protegiendo al silencio que la rodearía. Para eso tenía que dejar de llorar. Ni un ápice de lágrima, ni siquiera una mueca de dolor debía ser expulsada de su rostro, ni de su cuerpo. ¿Y si el dolor era demasiado fuerte como para resistirlo? No. Debía ser fuerte. Iba a ser fuerte.
Una vez adentro, sólo bastaba con tomar sus llaves, su cartera y… No, sólo eso necesitaba. En ella estaban los documentos, la tarjeta y algo de efectivo, con eso debería bastar.¿Pero dónde las había dejado?. ¿Estaban sobre el sofá, en la cocina, en la habitación?. Estaba segura que las llaves estaban sobre la mesada de la cocina, siempre las dejaba allí porque entraba por la puerta lateral… ¿Y su cartera?. Tenía que estar en la sala, si no recordaba mal, sobre el sofá; había sacado la medicina a la hora habitual y seguramente la dejó allí mientras se las daba a Guillo.
Si, eso es lo que haría, buscaría sus llaves y su cartera y se iría de allí para siempre. No podía detenerse a ver al pequeño, aunque hubiera dado su propia vida por besarlo en la frente una vez más. Tampoco podía acariciar su rostro por última vez.
La sola idea la desgarraba por dentro. El llanto la sofocaba.
En su mente las sonrisas de él y su hijo se formaban una tras otra, y se empañaban con las lágrimas. No faltaba mucho, ya el sufrimiento estaba por terminar. Intentaba concentrarse en esas cálidas miradas que siempre compartían, quería recordar cada momento, cada segundo, atesorarlo para siempre… pero el dolor no se lo permitía. No eran las lágrimas las que no la dejaban ver ya sus pensamientos, sino su propia sangre. No eran éstas las que la dejaban sin aire, sino aquellas manos gélidas e inmundas que le arrancaban la vida con cada roce. Sintió escalofríos, quiso gritar pero esas mismas manos ahogaron su alarido la golpeaban una y otra vez. Ya no pudo resistirlo, el dolor era más fuerte que su concentración. Ya no pudo ignorar lo que estaba sucediendo. Ya no quería luchar, quería que todo acabe e irse de allí corriendo, quería desaparecer.
¿Y si no podía hacerlo?. ¿Y si por mas que quisiera, ese beso en la mejilla, esa caricia que nunca les iba a dar, le impedían salir de allí?. Quizás lo que tenia que hacer era olvidar, enterrar todo esto en los meticulosos laberintos de su mente y simplemente olvidar. Quizás así podría volver a verlo a los ojos, quizás así podría seguir cuidándolo, dándole su medicina.
Si… iba a ser fuerte, iba a olvidar.
Estaba decidida. Justo en ese instante, las sonrisas de ellos le iluminaron el rostro, era la decisión correcta. Pero de inmediato algo más frío aún que aquellas asquerosas manos le generó un escalofrío que recorrió cada centímetro de su ser… luego comenzó a sentir su abdomen cálido… había terminado, pensó.
Si, había terminado. La pesadilla acabó. Solo que no podía caminar, no podía volver a casa. Ni siquiera podía mover sus brazos, o abrir sus ojos. No podía llorar. Solo sentía el frío acero que la desgarraba y su cálida sangre bañándola, brotando. En ese instante se dio cuenta de que ya no podría cumplir su cometido, que no los volvería a ver. Y todo el peso de la tristeza la aplomó contra el piso. Reunió sus fuerzas para gritar por última vez…