14 de diciembre de 2010

don´t forget

Nunca vuelvas a olvidar
que olvidar es imperdonable;
mucho más lo es,
olvidar lo inolvidable.
Olvidar la esencia
es olvidarse de vivir.

Nunca vuelvas a olvidar,
que la vida no vale la pena
si olvidamos vivir
esencialmente
la vida que tenemos
siendo quienes somos:
en esencia... nosotros.

10 de diciembre de 2010

confieso

Te extraño. Y te necesito. Mucho
hasta duele físicamente... de verdad
Extraño acurrucarme en tus brazos
y que con una mirada cómplice me retes
porque sabés que lo que me está lastimando
es culpa mía y sólo mía;
y que al mismo tiempo con una sonrisa
corras las lágrimas que empañan
las pupilas húmedas
y me robes una carcajada.
Te extraño. Y te necesito. Mucho.

Pensé que la distancia sería más sencilla...
pero pesa cada día más.
Y el tiempo abruma, y se agolpa, se acelera.

Cartas a Nadie II

Hola, cómo estas?
En realidad... estaría bueno comenzar no siendo hipócrita.
Ya sé como estás. Claro que lo sé... lo que no sé es si logro comprender la complejidad del como estas.

Duele no? Sentirse humillado, digo.
Darte cuenta de que fuiste ciego... incluso hasta un poco torpe, exponiéndote de ese modo. Culpable también, claro, toda mentira necesita un crédulo para existir. Pero no es mi intención mutilar tu orgullo más de lo que ya está.
Y hablando un poco de ello, que no aprendiste a no tropezar con la misma piedra aún? Porque sabías a lo que te enfrentabas, no podés negarlo. O vas a tratar de negar eso también? Ay ay ay... es así, una piedra que ya te cortó, que ya te dificultó el andar, por qué habría de cambiar su esencia, su función, si es la misma piedra?
Debe tener que ver con ese familiar cariño que los seres humanos demostramos a la autoflagelación. Porque evidentemente, si cuando sabemos que en determinada dirección no nos espera más que pesar, dolor, incomodidad... avanzamos exactamente en esa dirección; tenemos q asumir que nos gusta que nos duela.
ya cansa un poco, además.
Y si, vos disculpame... pero si te pasó una vez, te pasó dos veces... tomaste otro camino, pero fuiste pateando la piedra como para volver a tropezarte... se cae de maduro que te gusta. Te gusta que te duela.
Que extraño placer hallaremos los humanos en llorar, en sentir que el pecho nos oprime.?

Bueno, pero no era para esto que quería escribirte. Te pido disculpas, en realidad, porque en medio de tu dolor yo lo acentúo diciéndote que al fin y al cabo estas sufriendo por tu culpa, y porque vos volviste a elegir mal. Ya sos grande y sabés lo que hacés, o deberías.
Yo en realidad te escribía para decirte que se te hace tarde... que el tren se va.
Si... así que yo trataría de armar la valija, perdonar, perdonarme y avanzar. La vida se va... y no creo que te la quieras perder.


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Cartas a Nadie es una costumbre que tomé desde muy chico, de escribir esas cartas difíciles, duras, con las cosas que muchas veces no me atreví o que quizás nunca tuve oportunidad de decir. 
Claro que han sido dirigidas a alguien, no hay modo de que todo el sentimiento vertido en ellas no tuviese alguien que haga las veces de receptor, pero la mayoría nunca vió la luz o ni llego a quienes estaban dirigidas. 

las nubes lo cubren

hoy los soles no salen
no alumbran
no destellan para mí...
nubes borrascosas se lo impiden

y esa vieja herida ya cicatrizada
con la humedad se resiente ,
arde
y quema desde adentro

aún duele.

abatido el romance se agota en un suspiro,
humillado yace el amante desechado;
los ruiseñores
(pájaros inexistentes quizás?)
nunca cantaron, ni cantarán.

Sólo la lluvia que comienza, agresiva,
a azotar el vidrio aún templado
por el latido que imaginó el despechado,
se oye.

Limpia?
Purifica?
Mentiras. Viles mentiras.
Sólo empeora el cuadro.

19 de octubre de 2010

Soles que salen

Primavera que suave
se asoma sobre las hojas
verdes ya intensas, más no crujientes
de inmensos guerreros
erguidos al viento...

Destello que bañas
luminoso el rostro complaciente
del amante que despierta
abrazado a su afecto, 
prolongando el último bostezo.

Fresca brisa que estremeces,
cual caricia matinal,
hasta el temblor el cuerpo,
hasta la erección la piel
recorres y anuncias la llegada del nuevo día.

Conjúguense y aúnense
con el despertar del febo
que aún tímido intenta adueñarse del cielo
batallando a la negrura,
que no por tosca sino por abundante,
se opone.

Amanece.
Renacen los amantes.
Despiertan con caricias de sol
y comienzan, agitados un nuevo día.

Menuda tarea, sea jueves o cualquiera,
mantener la llama viva
con ayuda de la estación,
que más que a flores
huele a realidad.

8 de agosto de 2010

Mesa para uno

Las noches son demasiado lentas, transcurren los minutos con cuentagotas, y cada tic-tac del reloj demora más de la cuenta en retumbar en el vacío de la habitación.
El frío me abraza y me estremece, pero no es gélido, sino angustiante. Ni calefacción ni abrigo alcanzan para opacarlo, no es exterior, recorre mis venas. Me hiela y me inquieta, dejándome tieso, sin saber a dónde ir, por dónde escapar.


¿Es miedo acaso?
¿De qué se trata esta mezcla de sensaciones, inquietudes y emociones?

Una lágrima se escapa sigilosa mientras los labios hacen fuerza por contener el llanto.


No voy a entregarme, no voy a dejarme caer.
No cuando hay tanto a lo que aferrarse, por lo cuál mantenerse erguido y combativo.

Temeroso. Asustado de estar solo. Pero firme.

Justo hoy, hubiera sido bueno recibir una dosis de abrazos y sonrisas.

A veces el aire pesa demasiado, y la soledad ayuda a hacerlo más difícil.

Intento olvidar que me encuentro solo en la habitación.
Me siento a la mesa. Pruebo mi propia cena para uno
Y compruebo…

O la soledad sabe distinto hoy, o cada vez cocino mejor.

31 de mayo de 2010

Atascado en vos

Se ahogaba.
Lenta, sudorosamente,
intentaba respirar sin lograrlo.
El grito acallado lastimaba su garganta
intentando alejarse.

Desesperación.

El agua cubría sus párpados
inundaba sus pupilas y
sofocando sus pulmones, lo poseía.

Atascado
Atrapado
En lo profundo, hundido.

Deseando
que el rostro se desvanezca,
que la sonrisa se opaque,
que el recuerdo se esfume...

Maldita sensación... pensó, y continuó caminando
con el peso de ella sobre sus espaldas.

20 de abril de 2010

not just a breathe...

feliz...
reflejándome en la sonrisa del rostro anónimo
extraña esencia, humanidad real y corpórea, 
vos
apareciste,
de la nada y de la vida
y me recordaste
que sentirse vivo,
no se trata sólo de respirar...

4 de abril de 2010

en la inmensidad

Las horas sigilosas
transcurren sin prisa ni ansia
en la oscura inmensidad,
sembrada ella de titilantes astros,
que coronan magnifica a la luna
soberana de la noche,
testigo de mis pensamientos
y complice de mis suenos.
Son horas de calma serena
en medio de agitados presentes,
y con mi Reina perlada
como unico resguardo,
expongo a sus destellos frios
desnuda el alma y quito la coraza.
Es esencia, es fragil
el ser expuesto en su estado mas puro;
es peligroso y hasta suicida
descubrir de esa manera
y a tal punto exponerse...
La reina banandome la piel,
la noche abrazandome voraz,
las estrellas marcando el ritmo del latir
y tu rostro dibujado en la cara de mi Reina
tan unico e inalcanzable
cual ella misma.

Es aqui en la inmensa libertad
que reconozco y que asumo,
con mi soberana como testigo,
que la traiciono por unica vez pero para siempre
pues ese vacio que antes asfixiaba
hoy lo ocupa tu rostro, tu mirada,
tu sonrisa, tu caricia, tu llegada.

27 de marzo de 2010

pasan y pesan

Pesan las horas cuando pasan
arenas sedosas empastadas,
pesan los minutos cuando se escapan
entre los dedos cual brisa,
pesan los segundos cuando se alejan
volátiles danzando al compás del cauce.

son las horas, los minutos, los segundos... los cuento, los padezco.
Ansío el nuevo instante, pero temo que llegue, pase y se extinga.




17 de marzo de 2010

el beso perfecto

Fue en ese instante, que supo la verdad.
Con sus manos aferrándose a sus hombros y las suyas a su cintura podía sentir como la sangre fluía en sus venas y llegaba galopante a su corazón para asestarle un golpe que no conocía. Sentía como si fuera a salírsele del pecho, en ese latido o en cualquiera de los siguientes, pero volvería a ubicarse en su pecho y volvería a salir.
El temblequeo de sus piernas y sus manos acariciando su suave piel, por primera / última vez lo mareaban al punto de anclarse en sus ojos para hacerlo sentir que sólo allí estaba seguro, que ése era el lugar que estaba buscando… en sus brazos, con la mirada fija en su alma, que había sido desnudada al igual que la suya.
Dos almas desnudas fundidas en un abrazo, y la mirada que ya no era fría sino que lo quemaba… pero con ese calor que abraza al corazón cuando se siente feliz. Estaban cerrando con ese abrazo un pacto que los uniría de alguna manera extraña para siempre. Era un final, y un comienzo. Se trataba de cariño, de afecto, de emoción.
Y sus labios se encontraron, torpes y temerosos, uniéndose, superponiéndose, reconociéndose los unos a los otros. Y permanecieron allí mientras sus lágrimas comenzaban a humedecerle las mejillas. Y fue entonces que comenzaron a temblar juntos, los labios de estos dos seres que se despedían / encontraban.
Un beso tan puro, tan sincero como nunca en su vida había recibido, ni dado. Un beso que podría durar siglos probablemente de no ser por los latidos que le recordaron que estaba vivo. Un beso que lo hacía sentir extremadamente vivo y al borde del precipicio. Que le arrancaba una sonrisa bañada en lágrimas.
Sus labios se violentaron, sus lenguas libraron la última batalla, una que ya conocían, pero que nunca supo tan bien como en ese momento. Estaban despidiéndose. Estaban perdonándose. Estaban encontrándose otra vez.
Fue en ese momento, en ese instante, que supo la verdad. No se trata ni de un juego ni de una película, no se trata de ganar o de perder. Se trata de querer y ser querido. De la forma más pura e inexplicable. Y sus labios sellaron con ese beso, suave, tierno, dulce…una etapa.
¿Que vendría ahora? Esa es la pregunta cuya respuesta ya no cotiza como antes...
Descubrió que esa respuesta no es relevante en sí misma, que no sirve conocerla de antemano, y que no depende sólo de él. Es una respuesta que deberá ser construida entre los dos.
Y así los caminos sean separados, el mismo, o uno que los encuentre de cuando en cuando, lo importante fue que en ese instante supo, cuanto le quería, y supo también, cuán querido era.

4 de marzo de 2010

malas compañías

¿Cuántas veces sofocamos ese grito que provenía de lo más profundo, y dejamos que se pierda esparciéndose en puntadas de dolor?. ¿Cuántas lágrimas secamos antes de que siquiera puedan dejar nuestras retinas humedecidas?

¿Para qué, por qué?

Son preguntas que pocas veces nos hacemos.

Maldita soledad, que así cómo silenciosa compañía también puede ser alarmante y escandalosa carga.

Hoy me desangra lentamente, me roba suspiros dilatados, sollozos apagados.
Ya no quiero padecerla, abatido, cansado de convivir con ella.

3 de marzo de 2010

Sus labios sedientos le dijeron que debía despertar. Habían pasado horas, probablemente días de la última vez que había estado consciente. Intentó con todas sus fuerzas levantarse, apoyándose lentamente en las piedras que le cortaban la debilitada piel de sus palmas. Con cada intento fallido, la sangre brotaba de sus rodillas resquebrajadas al caer con su peso muerto, abatido sobre el pedregoso sendero.

Supo antes de comenzar el viaje que esa montaña más que un desafío sería la prueba más difícil que hubo alguna vez enfrentado. Aún así nada pudo detenerlo. Era su travesía, su búsqueda. No sabía bien que le esperaba en la cima, quizás más incertidumbre y ninguna respuesta, pero sentía que ese sendero casi perdido entre piedras y matorrales lo llevaría a algún lugar. No sólo a algún lugar, sino al lugar en el que debía estar.

Sabía también que los riesgos eran demasiado grandes. No había consultado acerca de cómo se comportaría el clima en esos lares por aquellos días, tampoco había previsto qué tiempo le llevaría la escalada por lo que no podía estimar si el agua y la comida que acarreaba serían suficientes.

Él sólo supo que era su camino y lo tomó.

Comenzó a andar, despojándose de temores y dudas. Horas más tarde, si poder siquiera saber cuántos metros se había alejado de tierra firme, ya no tenía señal en su teléfono satelital. Estaba incomunicado.

El clima no fue el mejor, soportó con entereza sus inclemencias, o al menos la mayoría de ellas. La comida y el agua no fueron suficientes. El terreno era mucho mas inestable, incierto de lo que hubiera imaginado. En más de una oportunidad se le cruzó por la mente la idea de regresar. Simplemente debía girarse, descender. Ya podría volver a intentarlo, venir más equipado, con más provisiones.

¿Por qué no dio marcha atrás?. ¿Por qué no tomó las cosas con más calma, si podía esperar y luego volver a intentarlo?. Sólo él lo supo.

Probablemente las ansias de descubrir eso que lo esperaba en la cima eran demasiado grandes. Probablemente porque no estaba acostumbrado a rendirse, y menos aún a dar marcha atrás.

Y ahora estaba desangrándose. Sediento. Solo. Quizás tan cerca de su propio final como nunca imaginó. Pero la cima estaba tan cerca. Sólo un pequeño, o no tan pequeño esfuerzo, y conquistaría su meta.

¿Que haría?

¿Ponía en riesgo su vida, todo lo conocido por alcanzar un sueño?

No lo dudó. Se irguió temblorosamente sobre sus debilitadas piernas, apoyándose con sus cansados brazos sobre la dura piedra, levantó la vista, inhaló profundamente una bocanada de aire y avanzó.

27 de febrero de 2010

ahora mismo...

Ahora mismo quiero desvancerme,
la escencia desteñida de lo que fui
es lo poco que queda.

Las energías se fueron, se esfumaron,
las ganas sofocadas,
los sueños abatidos...

es momento ya.

Sin despedidas, sin lágrimas.

desprenderme, despojarme, esfumarme.

Ahora mismo
detener la existencia
ser dueño del tiempo
eliminar rastros del ser,
del haber sido, del seré.


25 de febrero de 2010

Sabores dulces que saben amargo

Cuando uno es pequeño imagina que será cuando crezca. Pasa de querer ser Médico a Constructor, se perfecciona en Ingeniería, cambia a Astronauta y de inmediato quiere ser Rey. Las fantasías se conjugan con la realidad y cada instante es un nuevo proyecto de vida.

En la adolescencia nos apresuramos por ser grandes. No nos importa mucho el qué ni el cómo, solo queremos que sea ya, ahora. Libertad, sentimos que buscamos desesperadamente.

Y llega ese momento en el que las fantasías nos arrastran hacia un lugar y la realidad nos empuja a tomar decisiones de mayores, cuando todavía somos tan jóvenes. Y elegimos. Empezamos a andar un camino, por nuestros medios, apoyándonos o no en quienes tenemos cerca, pero andamos.

Hay elecciones que hacemos que nos hacen descubrir un mundo con el que nunca habíamos soñado, otras que son previsibles, muchas que nos llevan directo a una pared. Pero lo importante es elegir. Decidir. Optar.

Hace muchos años elegí un camino, elegí una vida.

Elegí compartir mis sueños y utopías con un grupo de gente que veía las mismas injusticias y carencias en mi entorno que yo.

Comencé a andar un camino con compañeros que caminaban a mi lado y se esforzaban al igual que yo.

Con el pasar de los años descubrí que la confianza puede tomar muchas formas, pero ésa que te permite estar seguro de vos mismo y a la vez de quienes te rodean, implica muchas cosas, muchas turbulencias atravesadas en conjunto.

Comprendí que cada día me faltaba más por aprender y por saber.

Aprendí a hacer en conjunto, pensando en equipo. Conocí el compromiso y forjé mis principios, a la par de los de mis compañeros.

Pude conocer un mundo complejo y entramado de consensos y disensos. Disfruté las victorias, lloré las derrotas.

Logré entender que cuando uno forma parte de algo y se compromete, los cambios si son posibles. Aprendí a ser parte de algo mucho más grande que uno mismo. Descubrí que el objetivo es más grande, incluso, que lo que mis ojos alcanzan a ver.

Pasión conjugada con voluntad, pensamiento y acción de la mano, coherencia y responsabilidad como herramientas. Un andar tranquilo que persigue utopías. Sueños que se esfuerzan por convertirse en realidad.

Hace muchos años elegí comprometerme con una ideología, con un manojo de principios, con prácticas honestas y con el trabajo constante. Con el pasar de ellos construimos sueños y proyectos colectivos. Construimos realidades diferentes.

No es que esté llegando al final, muy por el contrario, ese camino es aún más largo. Muchos han pasado y siguieron andando, muchos se desviaron o simplemente se agotaron. Por mi parte, he completado un ciclo. He llegado a un punto en el que debo cambiar de herramienta, para seguir andando el mismo camino.

Y es a la vez dulce y amargo.

Es amargo mirar hacia atrás y ver cómo el tiempo pasó y cómo muchos de los que me acompañaron en este camino fueron culminando sus ciclos. También lo es mirar hacia adelante y ver que ya no caminaré junto a otros. Es amargo saber que las cosas a las que me había logrado acostumbrar ya no estarán, que las personas con las que me había habituado a dialogar estarán ocupadas en otras conversaciones. Es hasta un poco triste alejarse de un momento a otro, por más que sepa que aún hay mucho por hacer y aportar.

Y a la vez ese sabor dulce genera una sonrisa que se mezcla con las lágrimas. Ese sabor gratificante de haber transitado y haber dejado, mucho o poco, lo mejor que uno pudo dar. Esa alegría de mirar hacia adelante y ver como quienes, de diversas formas, te acompañaban, siguen firmes su andar.

De eso se trata, de pertenecer, no de poseer. De formar parte, no de ser indispensable. De entregar todo, no de esperar recibirlo todo.

Y el ciclo culminó.

Ésta etapa se cerró. Y me despido con una inmensa alegría teñida de tristeza. Alegría de haber sido parte. Tristeza lógica de dejar algo que se ama.

Pero verlos seguir es lo más lindo, lo que me hace pensar que tantos años, no sólo valieron la pena, sino que si tuviese que volver a elegir, lo haría sin siquiera pestañear.

Hoy quiero agradecerles, a todos quienes estuvieron, quienes están y quienes estarán, por permitirme ser feliz siendo parte, por enseñarme y permitirme crecer. Por dejarme compartir y reproducir. Por enseñarme que ser rey es quizás un sueño, pero que un Reino, sin dudas, se puede construir.


(A la Franja Morada Regional Litoral, de hoy y de siempre, por todo lo que me dio y me permitió entregarle)

18 de febrero de 2010

Despertar

Sin decir demasiadas palabras podía decirlo todo.

Sus ojos transparentes reflejaban el brillo de la última lágrima que se había desprendido de sus retinas, llevándose en un esbozo de sonrisa el sabor amargo del llanto que termina. Con el cansancio que lo abatía, lo decidió.

Ya no iba a llorar por algo que nunca fue más que lo que él quiso que fuera.

Idealización, tal vez; una dosis de autocompadecimiento sazonada con soledad, probablemente, y una sonrisa indudablemente seductora lo arrastraron a esos interminables pasos penumbrosos que lo habían perdido en una trayectoria circular. Seguía caminando pero sólo podía girar sobre la misma visión. Triste, lúgubre.

Estuvo al alcance de su mano y un movimiento brusco lo ahuyentó haciéndolo volar. Era libre, no suyo, ese ave que tantas veces había imaginado anidando junto a él. Quiso convertirse en su alimento, más no supo ni pudo saciar su hambre. Quiso ser su bebida, más no pudo quitarle la sed. Quiso ser sus ramas, más no entendió que un árbol a veces no es suficiente para la libertad.

Estaba seguro de que lo había perdido, y ello lo mareaba caminando en ese espiral que nunca llegaba a su centro. No podía escapar, estaba atrapado en su deseo, en su ilusión. El ave echó a volar y no iba a regresar.

Fue su propia sonrisa en el espejo lo que lo hizo despertar. Su reflejo le demostró que por más que le pesara el mundo que se había inventado, podía sonreír. Era tan sencillo como detenerse el dejar de deambular, era tan simple como ver que la perfección nunca es tal, más allá de lo que uno mismo la pueda imaginar. Entendió que lo que sintió suyo no era lo que perdió. Había perdido otras cosas, pero no algo que nunca poseyó. Su canto nunca fue para él. Su aleteo, su mirar, su esperar. Se los había inventado por comodidad. Era hablarle al viento... pasa, se va.

No se trata de recibir, se dijo, se trata de entregar.

Estaba listo. Había comprendido que no fue más q un sueño. Ya no iba a llorar.

12 de febrero de 2010

¿Qué no ves?

¿Acaso no notas, que cada caricia es un deseo,

que cada párrafo se impregna de tu aroma?.

¿No has notado, que tu sonrisa me inspira,

y que tus ojos me indican el camino?.

¿No comprendes?

Ternura para mi sería verte despertar a mi lado. Tierno es tu mirar

Dulce es tu sonreír.

Real es esto que nace en mí y que te quiero regalar.

Los momentos nos separan, pero te siento cada vez más dentro de mí.

Cada segundo que me regalas es un grano que atesoro

de las arenas que fluyen sin cesar

Deténganse. Aguarden.

Este universo que construyo soy yo, es lo mas puro de mí.

¿Qué no ves?

Lo construyo para vos y para mí. Para los dos.

11 de febrero de 2010

y al mismo tiempo, lo dice todo.

Mediaba la semana y el cansancio se hacía sentir. Eran las ocho de la noche y la jornada laboral había estado repleta de actividades, cientos de cosas se enredaron en su cabeza durante todo el día. Reunirse con tal, escribir aquello, leer lo otro. Típicas tareas en un típico día en su vida.

Había algo raro en el aire, el calor había disminuido y se sentía una brisa fresca, casi podía confundirse con una nochecita de otoño, sólo que los 36 grados de térmica que habían asediado a la ciudad por la tarde indicaban claramente que no lo era. Pocos locales permanecían abiertos. Era una noche extraña, ya casi no quedaba gente corriendo por las veredas de Avenida Callao.

Qué bueno, pensó. No iba a tener que someterse al zigzagueo habitual para no ser arrojado por algún transeúnte distraído.

Afortunadamente ya estaba regresando a casa, otro día culminaba… pero ante el escenario que se le presentaba, decidió caminar algunas cuadras antes de subirse al sofocante mundo del subterráneo porteño.

Tranquilo, escuchándola como siempre y perdiéndose en sus tonos celestiales, caminaba lento, tranquilo, mirando a la nada.

Detuvo su pensamiento y lo posó en un edificio recientemente restaurado. Había sido grande, la inversión, era evidente. Le causo estupor ver ese colosal hotel de muchas estrellas totalmente renovado, reluciente y a los tres metros de la puerta una familia durmiendo en el pórtico del edificio contiguo. Que contraste más irónico, se dijo.

En ese momento giró su vista para rodear a dos adolescentes que caminaban en sentido contrario, y fue ahí que se congeló. La mirada se clavó en su figura, unos 10 metros delante de él, caminando directamente hacia él. La sensación que lo invadió fue similar a la de un niño cuando ve debajo del árbol de navidad su regalo. No podía evitar fijar su vista en el caminar acelerado y a la vez elegante. Era un ser diferente. Tenía algo en su andar, en su rostro, en sus ojos. ¿En sus ojos?. Estaba devolviéndole la mirada!

En segundos pensó en sostenerla, retirarla, sonreír, mirar fijo hacia adelante. No sabía como reaccionar. ¿Cuántas veces nos ha ocurrido que caminando, en el colectivo o en el subte nos hemos detenido a observar a alguien que nos resulta interesante? ¿Cuántas veces hemos divagado pensando en qué podría ocurrir, cómo iniciaríamos una conversación en casos similares? 

Perdido en todos estos delirios se dio cuenta que estaban por cruzar lado a lado, y las miradas seguían fijas la una en la otra. Temblaba. Latía escandalosamente su corazón, le sudaban las manos.

Se cruzaron con un ritmo más lento, y continuaron su paso.

¿Estaba bien darse vuelta, ver si aún estaba ahí?. ¿También se habría girado, se volverían a encontrar sus miradas?.

No lo pensó más, me doy vuelta, se dijo. Y allí estaba. También había disminuido su marcha y se había girado. Las miradas otra vez entrelazadas. Y sonrieron. Ambos.

Este es el punto en el que más de una vez todos nos encontramos y debemos resolver la gran incógnita: ¿Volvemos y le hablamos?.

No estaba dispuesto en ésta ocasión a reprocharse después porqué no había regresado. Afortunadamente, parece que los dos pensaron de manera similar.

Alli estaban, frente a frente. Las miradas seguían la una perdida en la otra.

Hola, le dijo.

Hola, le respondió. Y ambos sonrieron nuevamente.

10 de febrero de 2010

el dulce placer de la sonrisa dedicada...
aún ilumina las pupilas
el incomparable sabor del beso regalado...
aún endulza los labios
la suavidad de la caricia compartida...
aún estremece la piel
no se puede / no se quiere / dormir / soñar despierto / despertar ...

6 de febrero de 2010

A veces una sonrisa basta

A veces las voces se oyen demasiado fuerte, los gritos ensordecen, y el silencio es un privilegio que muchos quisiéramos disfrutar.

En ocasiones el llanto inunda las retinas, ahoga el camino salando las esperanzas. Uno no ve más allá del dolor, del momento, de la situación. El sol del ocaso nunca termina de esconderse, y sus rayos desgarran naranjas, rojo sangre. Un crepúsculo eterno, interminable, agotador.

Las almas enfrentan cruzadas propias e internas, los placeres se atormentan unos entre otros y se desangran en batallas inagotables. Heridas que no cierran de batallas perdidas, empatadas, ganadas.

Esperanzas que agotadas de esperar su concreción desgranan sus estructuras y se desmoronan, ilusiones que se esfuman en las arenas del tiempo y son arrastradas inertes ya por las horas, los días, los años.

La negrura lo nubla, la quietud sofoca haciendo difícil que el aire impregne los pulmones y la vida prevalezca.

A veces, esa luz que te rescata, ese brillo que te ayuda a salir de las penumbras, no es un sol ni una estrella. A veces con una sonrisa basta.

Una sonrisa ilumina, contagia, enamora.

A veces, una sonrisa basta.

Memorias


Era tarde y hacía frío.
Sentado sólo y al calor de las llamas, sus anteojos de nácar oscuro y gastado en las patillas por causa de tantas páginas que los encontraron entre sus labios y no dónde podían ayudarlo realmente, traslucían esa imagen de paz que cualquier anciano plasma en su mirada perdida en el fuego. Los naranjas y rojos resplandecían en sus pupilas tan grises como los pocos cabellos que aún coronaban su sien.
Entre sus manos rugosas, temblaba al ritmo de su disminuido pulso una vieja foto en blanco y negro. Una gota de agua manchaba una de las esquinas superiores, y la ausencia de un trozo del papel en la esquina inferior izquierda revelaba que ese mismo papel se había encontrado en sus manos muchas veces ya.
Si alguien hubiera estado observándolo desde el exterior, la imagen que el cristal arrojaría podría equipararse a un abuelo que descansa tranquilo frente al hogar recordando a sus seres queridos y disfrutando de una vejez apacible y plena por el arduo camino recorrido.
Pero cuánto que se hubiera equivocado este observador…
De a ratos un espasmo lo recorría y lo hacía estremecerse, el llanto arremetía. Sentía como las lágrimas que recorrían su mejilla se perdían en las cavidades de su arrugado rostro. Era tristeza, pensó. Una tristeza muy lúgubre y vacía. No era una tristeza de dolor, de pérdida. Ésta tenía un sabor amargo. Frustración, insatisfacción. Si, a ello sabía su pesar. Se trataba de lo que el paso del tiempo le estaba facturando.
Llevaba mucho tiempo recluido, alejado de todo la mayor cantidad de tiempo posible. Cuando no le quedaba más opción que entablar un diálogo a causa de que su humanidad le imponía necesidades, la amabilidad no era su vía de llegada a los demás seres. De ninguna especie.
Su última mascota, había recordado hacía unas semanas, fue un gato andrajoso que su padre le había traído después de una ausencia de varias semanas del hogar. Once años tenía, o doce. No lo recordaba muy bien, claro… el tiempo no sólo hace estragos en la fisonomía...
Él era el único responsable de su presente, él había elegido vivir así. Siendo aún un niño perdió a su madre, papá no era una figura que pudiese describirse como afectuosa y protectora. Cuando creció y sintió que se había enamorado la tragedia se encargó de demostrarle que nada es tan perfecto como parece nunca. Se encerró en autocompadecerse, se empeño en hacer su dolor cada vez más intenso. Se enseñó una lección que el mismo inventó, claro, le resultaba cómoda. No te aferres. No te aferres porque sufrirás.
Y despilfarró sus años, sus días, sus memorias en nada. Hoy veía una foto de su madre, que tenía ya más de ¿50, 60? años­. Y casi no la veía, su visión no era muy buena, y más complejo era fijar la imagen con tanto temblequeo. Un amor intenso había vivido, tan intenso que aún podía sentir en el aire los rastros de ese perfume que al aproximarse le aceleraba el corazón, incluso creía oír su risa en el viento. La vida le había arrebatado todo. Estaba viejo, inútil… y sólo.
¿Por qué no se esforzó más por retener a aquella persona que por lo menos lograba que una sonrisa se dibuje en su rostro inerte? Y no fueron pocas las que lo intentaron. ¿Había estado huyendo?. Probablemente.
Huía del dolor, se alejaba para no perder… y lo único que conquistó fue soledad y angustia.
Entonces… no huía del dolor… lo disfrutaba. ¿Era eso?. De alguna manera retorcida y tenebrosa, disfrutaba su propio dolor. ¿Por eso eligió la soledad?. Porque la vida le quitó todo menos su libertad. Él podría haber elegido otra historia.
Ya era tarde, estaba viejo… pero si un milagro ocurriese y volviese a comenzar, había aprendido la lección. Una vida de amargura y soledad se la enseñó a la fuerza. Querer y dejarse querer no estaba mal. El riesgo de perder siempre estaba, pero por más dolorosa que fuera la pérdida… el sometimiento a la apatía era mucho peor.
En ese momento, allí frente a los candentes leños, comprendió que suya era la responsabilidad y suya había sido la elección. Después de todo, cada quien elige cómo vivir. Y él se equivocó.
Una pena, no hay más de una oportunidad.

1 de febrero de 2010

Huellas en el mar


Era una tarde serena de verano, cálida (más bien calurosa como lo suelen ser últimamente). Deambulaba con la mirada perdida en el horizonte, con sus pies remojados por la sal del tranquilo océano, sintiendo que era libre al fin.
Lo rodeaban multitudes, pero los acordes de la música en su ipod le permitían escapar del bullicio. Siempre lograba escaparse escuchándola cantar. Era parte de su libertad también. Ella era sencillamente, su cómplice.
No sabía si había caminado demasiado bajo el sol, ni cuánto tiempo había transcurrido; pero la multitud ya no estaba y ahora podía oír los repiques de las olas sobre la arena. Ni siquiera su voz cómplice lo acompañaba ya. Sólo el mar. Sólo el sonido de sus pasos sobre la arena. Una arena extraña y desconcertantemente plana para ser una playa tan frecuentada. ¿Pero dónde estaban las voces, los correteos, la gente?.
No podía ser más que una ilusión. Sus propias pisadas se esfumaban a cada paso, el agua se encargaba de sellar el secreto. Si hubiese querido regresar por sus propios pasos, hubiera sido imposible. Ya no estaban allí. Complotados, el mar y la arena, fueron desvaneciéndolos a su paso.
Y nada se veía hacia adelante. Sólo el mar, sólo la arena. Ni castillos, ni sombrillas, no había niños, hombres ni mujeres. Estaba sólo, pero no se sentía así. Quiso asustarse, quiso preocuparse, quiso correr, gritar, miró en todas direcciones. Nada. Paz.
Sólo mar. Sólo Arena.
Era libre. De eso se trataba todo. Había recorrido un camino muy largo, para finalmente llegar allí. Ya no había huellas pasadas, y tenía todo el horizonte para caminar. Libre. Saboreaba la libertad. La sentía recorrerlo por cada molécula de su ser. Lo obligaba a sonreír y deslizarse como por sobre una nube. Había alcanzado su plenitud. Y estaba tan a gusto. Si hubiera sabido antes lo deliciosa que era, hubiera roto sus ataduras mucho tiempo antes.
Y siguió caminando.
Caminó durante horas, días probablemente, hasta que una huella en la arena distrajo su atención. No era solo una, eran varias, pero la misma. Había alguien más en esa desolada playa.
¿Quién era?. ¿Qué hacía allí?. ¿Cómo es que hasta recién ningún alma se hizo presente y ahora parecía caminar su mismo camino?. ¿Quería robarle su paz?. No sería extraño descubrir en el sendero a alguien que quisiera arrebatarle su libertad, después de todo, ése parece ser el motor de la humanidad: avanzar a toda costa, quitando libertades a los demás. No iba a permitirlo. Era su libertad, su derecho, su vida, su paz.
No detuvo su andar, pero estaba decidido a defender a ultranza su libertad. La había alcanzado, no iba a dejar que se la quiten sin luchar hasta las últimas consecuencias.
Vio que el sol empezaba a ponerse. Un ocaso. Que extraño. Llevaba ¿horas, días, meses, años? Caminando, y nunca había sido testigo de uno. Y menos de uno como ese. El juego de rojos y naranjas entremezclándose con amarillos, azules y violáceos estremecían sus pupilas. Era un éxtasis y un deleite para cada uno de sus sentidos.
Ese era el ocaso, los demás fueron, evidentemente pobres imitaciones. Y allí estaba parada esa figura, que a la distancia era solo una figura humana. Siguió los pasos sin perder una porción del majestuoso fresco vívido que lo enceguecía… y allí, justo dónde el rastro se perdía en el mar, sus miradas se encontraron.
Ahora sabía qué hacía allí, por qué sus caminos se cruzaron. Su libertad conquistada estaba a salvo. Sólo venía a compartir su propia libertad.
Dos seres libres se encontraron. Finalmente. Sus huellas en la arena. Sus miradas. Su ocaso. Su horizonte. Dos libertades unidas y en paz.
De eso se trataba todo, a eso se reducía. Se trataba de ser libre y aprender a compartir esa libertad.
Cerró sus ojos, y en sólo un instante el bullicio, la muchedumbre, todo seguía ahí. La arena era un desastre, cientos, miles de pisadas, lo sentía en sus pies. Abrió los ojos, y allí estaba. Frente a él. Mirándolo. Sus libertades se cruzaron, se unieron.
Era libre. Ahora ya podía amar y compartir su libertad.

22 de enero de 2010

Violación.

Sintió como esas manos frías la mansillaban. Sabía que probablemente después de esto no podría volver a verlo a la cara, nunca más. Tendría que irse. Lejos. Donde no pudiera encontrarla y su secreto estuviera a salvo.

Llegaría despacio (podía ver en su mente cada paso sigiloso en la oscuridad), sin moverse apenas, protegiendo al silencio que la rodearía. Para eso tenía que dejar de llorar. Ni un ápice de lágrima, ni siquiera una mueca de dolor debía ser expulsada de su rostro, ni de su cuerpo. ¿Y si el dolor era demasiado fuerte como para resistirlo? No. Debía ser fuerte. Iba a ser fuerte.

Una vez adentro, sólo bastaba con tomar sus llaves, su cartera y… No, sólo eso necesitaba. En ella estaban los documentos, la tarjeta y algo de efectivo, con eso debería bastar.¿Pero dónde las había dejado?. ¿Estaban sobre el sofá, en la cocina, en la habitación?. Estaba segura que las llaves estaban sobre la mesada de la cocina, siempre las dejaba allí porque entraba por la puerta lateral… ¿Y su cartera?. Tenía que estar en la sala, si no recordaba mal, sobre el sofá; había sacado la medicina a la hora habitual y seguramente la dejó allí mientras se las daba a Guillo.

Si, eso es lo que haría, buscaría sus llaves y su cartera y se iría de allí para siempre. No podía detenerse a ver al pequeño, aunque hubiera dado su propia vida por besarlo en la frente una vez más. Tampoco podía acariciar su rostro por última vez.

La sola idea la desgarraba por dentro. El llanto la sofocaba.

En su mente las sonrisas de él y su hijo se formaban una tras otra, y se empañaban con las lágrimas. No faltaba mucho, ya el sufrimiento estaba por terminar. Intentaba concentrarse en esas cálidas miradas que siempre compartían, quería recordar cada momento, cada segundo, atesorarlo para siempre… pero el dolor no se lo permitía. No eran las lágrimas las que no la dejaban ver ya sus pensamientos, sino su propia sangre. No eran éstas las que la dejaban sin aire, sino aquellas manos gélidas e inmundas que le arrancaban la vida con cada roce. Sintió escalofríos, quiso gritar pero esas mismas manos ahogaron su alarido la golpeaban una y otra vez. Ya no pudo resistirlo, el dolor era más fuerte que su concentración. Ya no pudo ignorar lo que estaba sucediendo. Ya no quería luchar, quería que todo acabe e irse de allí corriendo, quería desaparecer.

¿Y si no podía hacerlo?. ¿Y si por mas que quisiera, ese beso en la mejilla, esa caricia que nunca les iba a dar, le impedían salir de allí?. Quizás lo que tenia que hacer era olvidar, enterrar todo esto en los meticulosos laberintos de su mente y simplemente olvidar. Quizás así podría volver a verlo a los ojos, quizás así podría seguir cuidándolo, dándole su medicina.

Si… iba a ser fuerte, iba a olvidar.

Estaba decidida. Justo en ese instante, las sonrisas de ellos le iluminaron el rostro, era la decisión correcta. Pero de inmediato algo más frío aún que aquellas asquerosas manos le generó un escalofrío que recorrió cada centímetro de su ser… luego comenzó a sentir su abdomen cálido… había terminado, pensó.

Si, había terminado. La pesadilla acabó. Solo que no podía caminar, no podía volver a casa. Ni siquiera podía mover sus brazos, o abrir sus ojos. No podía llorar. Solo sentía el frío acero que la desgarraba y su cálida sangre bañándola, brotando. En ese instante se dio cuenta de que ya no podría cumplir su cometido, que no los volvería a ver. Y todo el peso de la tristeza la aplomó contra el piso. Reunió sus fuerzas para gritar por última vez…




Y despertó. Era la hora de preparar el desayuno para Guillo.


Fluyen las palabras
después de tanto silencio
hieren las verdades
cuando desnudan tantas mentiras
se vuelve ingrata la realidad
con un soñador perdido
doloroso es caer
desde la cima al ardiente desierto
es duro comenzar de cero
habiendo tenido tanto
cuán difícil resignarse
para avanzar dejando atrás lo querido
que triste necesitar
y no hallar aquellas manos tendidas
es horrible no tenerte
después de que has estado siempre conmigo
es increíble reconocer
cuán valioso es todo
sólo después de haberlo perdido
Te extraño, los, las
es quizás tarde para decirlo
pero los quiero demasiado
como para aceptar la distancia
el tiempo
y que hasta aquí hemos llegado…

21 de enero de 2010

Cartas a Nadie I

Hola...

Quisiera realmente encontrar las palabras apropiadas para describir lo que siento en este momento… pero entre las lágrimas y el ardor en mí pecho se me hace bastante difícil.
Yo se que me advertiste, que me dejaste bien en claro que dejemos las cosas fluir, que dejemos al tiempo decidir… pero creo q vos también lograste darte cuenta de lo que a mí me estaba sucediendo… de que cada día que pasaba te encontrabas mas dentro mío que cualquier otro ser que se hubiera cruzado en mi camino.
Y las sensaciones encontradas que palpitan en mí en este momento me lastiman, me hieren y me duelen como nunca imaginé.
Quizás en el camino la magia que intentamos, o que evidentemente, intenté forjar nunca vio la luz, quizás las caricias se perdieron en las ausencias, o el sabor de los besos no duro el tiempo suficiente, o las palabras no bastaron para salvar las distancias. Quizás fue solo una caminata de una persona junto a una sombra, quizás el deseo no ardió en los dos, quizás la pasión no estaba en ambos cuerpos.
El trago amargo de haber construido una historia de a dos en mi inconsciente que en realidad nunca me involucró, la pena de descubrir que cada tonada que deseé fueran tus pensamientos fluyendo en compases hacia mi tenían otro destino, la impotencia de entender que la ilusión fue mas fuerte y se apoderó de mi cuerpo y mi alma; son gélidas guadañas clavándose en este preciso instante en cada centímetro de mi piel. Y desgarran las sonrisas, el brillo y la vida.
Y la ambigüedad entre desear no haberte conocido para no sufrir lo que sufro y la necesidad de recordar tu rostro en cada segundo, me marea, me pierde. Sentir la puñalada de las mentiras y las excusas disfrazando de fantasía la realidad y a la vez querer convencerme de que cada palabra y cada suspiro si fueron reales, son dolores incompatibles pero que a su manera me abruman y me destrozan.
Descubrí una persona maravillosa, la que yo invente quizás; soñé la armonía de los besos y la piel fundiéndose e intenté creerle a mi corazón.
Débil. Incauto. Crédulo. Iluso.
Ya no se cuál de todos fue el error más grave, cual fue el indicio para desprenderme de la coraza que me mantuvo a salvo tanto tiempo; pero esta vez la deje caer y ahora pago las consecuencias.
Te descubrí y aprendí a quererte, a extrañarte, me engañé a mi mismo diciéndome que eras la persona con la que podía arriesgarme de verdad…. Y lo único que logré es descubrir lo más básico… duele sentir, duele creer, duele soñar.
Te quiero y no puedo sentir otra cosa… pero me dueles como nadie, como nada. No resisto las entrañas desgarrándose y las esperanzas ahogadas en lastimosos pantanos de tristeza.
Y me odio por quererte, y me mutilo por creer que de verdad esta vez podía animarme a ser.
Y lo que más me duele es que pese a todo, se que te voy a seguir queriendo, porque así lo siento, por más empeño que ponga en tratar de entender que seguramente no sos real, sino que sos lo que yo quise que seas. Y extrañaré la comisura de tus labios rodeando los míos, y ese lunar en tu abdomen, y esa magia pura q desprenden tus sonrisas y que me hacen sonreír.
Con vos descubrí que puedo a brillar, ahora no se como enfrentar que mi luz se extingue.
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Cartas a Nadie es una costumbre que tomé desde muy chico, de escribir esas cartas difíciles, duras, dolientes, que muchas veces no me atreví o que quizás nunca tuve oportunidad de decir. Claro que han sido dirigidas a alguien, no hay modo de que todo el sentimiento vertido en ellas no tuviese alguien que haga las veces de receptor, pero la mayoría nunca vió la luz o llego a quienes se dirigían. Pongo ésta en particular porque sí vio la luz, sí llegó... y llegó porque se trató de un "Nadie" especial, muy especial para mí.