20 de marzo de 2012

Hoy no me voy a levantar.

Parece que lo que se veía sólido no lo es tanto.
Pasan los días y el viento, la lluvia, el sol van haciendo su trabajo. Lento, silencioso; pero constante.
El tiempo pasa y en su pasar corroe.
Va desgastando las fortalezas pese a que éstas se mantengan erguidas y parezcan fuertes. Sus cimientos ceden. De golpe, de a poco, pero van cediendo.
Los miedos que parecían lejanos te empiezan a abrazar, te van sofocando a medida que crecen y te invaden. Y los únicos tonos son los grises, y los únicos sonidos son las penas, y los únicos motivos son los ausentes.
Y ahí es cuando. Y ahí es dónde.
Justo al atravesar ese umbral, entre lo planeado y lo real, es que comienza a pesarte cada amanecer. No estamos listos para saber que la realidad es mas directa, cruel y desconsiderada de lo que siquiera pudimos llegar a imaginar. No estamos listos para no mirar ni atrás ni adelante. No estamos dispuestos a resignar nuestros sueños, aunque casi no los podamos recordar; mucho menos visualizar.
No estamos preparados... pero te golpea igual. Te arrasa, te sacude, te hace vulnerable.
La vida insiste en ser jodida.
La vida insiste en ser una mierda cuando tiene ganas.
Y uno insiste en darle batalla. A veces. Otras veces se cansa.
Hoy solo tengo ganas de llorar, y de bajar los brazos, y de olvidar que me guste o no, ella va a ganar.
Hoy no me voy a levantar. Estoy cansado de tratar.
Hoy, una sonrisa no me cura, un abrazo no me consuela, un beso no me calma.
Hoy no puedo.
Hoy no me voy a levantar. Y duele. Duele quedarse sin ganas de tratar.
Verse a uno mismo desarmándose y no tener fuerzas. Duele mirar y no poder ayudar. Mirarse y no poder ayudarse.
Hoy no me voy a levantar.