Llevo un largo tiempo pensando, analizando, permitiéndome sentir intensamente esas emociones que la vorágine, y muchas veces, los propios instintos, o temores, suelen invisibilizar.
Las he encontrado de todo tipo, formas y colores; fuertes, profundas y honestas.
Sentires y cosas que dan miedo.
De esos, que muchas veces te despiertan en las noches convertidos en pesadillas.
De esas, que generan inseguridad, incertidumbre, pérdida de control.
Me he desvelado. Me envolvió la ansiedad, me atrapó el desconcierto... Pero, no voy a llevarte por ahí, no es mi interés revelar mis tormentas a otros ojos.
En algún momento, de alguna manera, con ayuda, claro, entendí una clave, simple pero compleja.
Sencilla, pero a simple vista inalcanzable.
Y me reí, porque siempre me lo había dicho, incluso siempre lo había mencionado a las personas que quiero, a veces hasta empujándolas a tomar decisiones trascendentales en sus vidas...
Entendí que eso que siempre pensé, era real, simple, y a la vez, profundo y determinante: todo, siempre, es cuestión de puntos de vista y perspectiva.
Si, el único modo de cambiar, es... haciendo el esfuerzo inmenso que conlleva cambiar.
Y para eso hay que romper estructuras, concepciones, desprenderse de seguridades, arriesgarse a la falta de control, dominar las ansiedades, correrse de los lugares cómodos y habituales.
No digo que lo haya logrado, eso es lo más difícil de aceptar, es un camino de ida, cuyo final desconoces, y simplemente estás teniendo el valor de caminar sobre él, sin saber por dónde, por cuánto tiempo, ni hasta qué lugar. Pero sí siento que empecé a andar un nuevo camino, desde ese preciso instante en que fui consciente pleno de esa idea intrínseca a mi existencia..
Y me emocionan, aunque me asusten, los nuevos comienzos.