10 de octubre de 2012

enough

Han pasado segundos, minutos, horas
días, meses, incluso años,
han pasado lágrimas y sonrisas,
hasta en sueños he olvidado
y aún así, estás ahí, a flor de piel

No pretendo permanecer
retenerte o volver atrás,
no pretendo estancarme, mucho menos detenerme
pero aún sigues anudando mis emociones.

pero parece que el mundo no es lo suficientemente grande
y no podemos evitarnos.
Y parece que las esquinas son escasas,
y los cafés pocos...
por más que  lo intentemos, nos seguimos encontrando.

quisiera arrancarte,
olvidar ese gesto
en la comisura de tu boca al sonreír
y lo que me provoca.

Es irónico. Es inesperado. Es insensato.
Doy pasos hacia adelante
pero me es inevitable detenerme
paralizado cuando te tengo en frente.

Cartas a Nadie V

Hola, ¿cómo estas?. ¿Pudiste dormir?.
La verdad te escribo porque sé que mi llamada de anoche te asustó y quería disculparme con vos. Lo siento por eso... pero necesitaba desahogarme. Te aseguro que tu miedo fue diminuto en comparación con la sensación de desesperación que me estaba agobiando, y creo que si no hubiera hablado con vos, todavía estaría temblando. 
Nunca pensé que me pasaría algo así. Bueno, no, evidentemente, nunca pensamos que cosas como esa puedan ocurrirnos a nosotros. Al contrario, parece como si nos sintiéramos inmunes e intocables.
Descubrí lo que es de verdad el pánico. Fue algo que no pude controlar, sentía que me desbordaba, que me ahogaba, me arrodillé ante un temor que me invadía y me obligaba a arrastrarme hacia la pena. Pánico y miedo infundados, por supuesto.
Eso que te conté no es una tragedia, es sólo algo más.
No es más que un escollo más de los tantos que cualquier persona tiene que sortear a lo largo de su vida.
Digo, después de todo, quien la tiene fácil, no?
Viste que a veces nos quejamos por todo, nos vemos al espejo y sentimos que no podríamos estar peor... Bueno, así estaba ayer. Por eso te llamé. Porque sé que cuento con vos, en las buenas y en las malas. Que bueno tenerte, por cierto. Que bueno saber y sentir que en vos puedo confiar tanto o más que en mi mismo. En casos como éste, cuando el pánico obraba por mí, vos pudiste bajarme a tierra, tranquilizarme, ayudarme a ver en el reflejo del espejo toda la habitación y no sólo la ventana por la que quería arrojarme.
Yo sé que a simple vista no lo parece, pero de verdad que no es para tanto, al menos ya no lo es. Lo más raro es que de algún modo es algo que está pero no está. Y crece y convive con mis ilusiones y mis temores. Y permanece, y evoluciona conmigo.
Se trata, una vez más, de aprender a ser. Con todo. Con lo bueno y lo malo, hay que aprender.
No intento parecer ni maduro ni valiente; pero ayer tuve miedo, y ese miedo ya no está.
Está la angustia, en parte, batallándose por aflorar contra el optimismo. Pero nunca la vida fue de blancos o negros, siempre los grises estuvieron, y estarán.
Eso si, ese abrazo, lo sigo necesitando. Más que nunca creo.