27 de marzo de 2010

pasan y pesan

Pesan las horas cuando pasan
arenas sedosas empastadas,
pesan los minutos cuando se escapan
entre los dedos cual brisa,
pesan los segundos cuando se alejan
volátiles danzando al compás del cauce.

son las horas, los minutos, los segundos... los cuento, los padezco.
Ansío el nuevo instante, pero temo que llegue, pase y se extinga.




17 de marzo de 2010

el beso perfecto

Fue en ese instante, que supo la verdad.
Con sus manos aferrándose a sus hombros y las suyas a su cintura podía sentir como la sangre fluía en sus venas y llegaba galopante a su corazón para asestarle un golpe que no conocía. Sentía como si fuera a salírsele del pecho, en ese latido o en cualquiera de los siguientes, pero volvería a ubicarse en su pecho y volvería a salir.
El temblequeo de sus piernas y sus manos acariciando su suave piel, por primera / última vez lo mareaban al punto de anclarse en sus ojos para hacerlo sentir que sólo allí estaba seguro, que ése era el lugar que estaba buscando… en sus brazos, con la mirada fija en su alma, que había sido desnudada al igual que la suya.
Dos almas desnudas fundidas en un abrazo, y la mirada que ya no era fría sino que lo quemaba… pero con ese calor que abraza al corazón cuando se siente feliz. Estaban cerrando con ese abrazo un pacto que los uniría de alguna manera extraña para siempre. Era un final, y un comienzo. Se trataba de cariño, de afecto, de emoción.
Y sus labios se encontraron, torpes y temerosos, uniéndose, superponiéndose, reconociéndose los unos a los otros. Y permanecieron allí mientras sus lágrimas comenzaban a humedecerle las mejillas. Y fue entonces que comenzaron a temblar juntos, los labios de estos dos seres que se despedían / encontraban.
Un beso tan puro, tan sincero como nunca en su vida había recibido, ni dado. Un beso que podría durar siglos probablemente de no ser por los latidos que le recordaron que estaba vivo. Un beso que lo hacía sentir extremadamente vivo y al borde del precipicio. Que le arrancaba una sonrisa bañada en lágrimas.
Sus labios se violentaron, sus lenguas libraron la última batalla, una que ya conocían, pero que nunca supo tan bien como en ese momento. Estaban despidiéndose. Estaban perdonándose. Estaban encontrándose otra vez.
Fue en ese momento, en ese instante, que supo la verdad. No se trata ni de un juego ni de una película, no se trata de ganar o de perder. Se trata de querer y ser querido. De la forma más pura e inexplicable. Y sus labios sellaron con ese beso, suave, tierno, dulce…una etapa.
¿Que vendría ahora? Esa es la pregunta cuya respuesta ya no cotiza como antes...
Descubrió que esa respuesta no es relevante en sí misma, que no sirve conocerla de antemano, y que no depende sólo de él. Es una respuesta que deberá ser construida entre los dos.
Y así los caminos sean separados, el mismo, o uno que los encuentre de cuando en cuando, lo importante fue que en ese instante supo, cuanto le quería, y supo también, cuán querido era.

4 de marzo de 2010

malas compañías

¿Cuántas veces sofocamos ese grito que provenía de lo más profundo, y dejamos que se pierda esparciéndose en puntadas de dolor?. ¿Cuántas lágrimas secamos antes de que siquiera puedan dejar nuestras retinas humedecidas?

¿Para qué, por qué?

Son preguntas que pocas veces nos hacemos.

Maldita soledad, que así cómo silenciosa compañía también puede ser alarmante y escandalosa carga.

Hoy me desangra lentamente, me roba suspiros dilatados, sollozos apagados.
Ya no quiero padecerla, abatido, cansado de convivir con ella.

3 de marzo de 2010

Sus labios sedientos le dijeron que debía despertar. Habían pasado horas, probablemente días de la última vez que había estado consciente. Intentó con todas sus fuerzas levantarse, apoyándose lentamente en las piedras que le cortaban la debilitada piel de sus palmas. Con cada intento fallido, la sangre brotaba de sus rodillas resquebrajadas al caer con su peso muerto, abatido sobre el pedregoso sendero.

Supo antes de comenzar el viaje que esa montaña más que un desafío sería la prueba más difícil que hubo alguna vez enfrentado. Aún así nada pudo detenerlo. Era su travesía, su búsqueda. No sabía bien que le esperaba en la cima, quizás más incertidumbre y ninguna respuesta, pero sentía que ese sendero casi perdido entre piedras y matorrales lo llevaría a algún lugar. No sólo a algún lugar, sino al lugar en el que debía estar.

Sabía también que los riesgos eran demasiado grandes. No había consultado acerca de cómo se comportaría el clima en esos lares por aquellos días, tampoco había previsto qué tiempo le llevaría la escalada por lo que no podía estimar si el agua y la comida que acarreaba serían suficientes.

Él sólo supo que era su camino y lo tomó.

Comenzó a andar, despojándose de temores y dudas. Horas más tarde, si poder siquiera saber cuántos metros se había alejado de tierra firme, ya no tenía señal en su teléfono satelital. Estaba incomunicado.

El clima no fue el mejor, soportó con entereza sus inclemencias, o al menos la mayoría de ellas. La comida y el agua no fueron suficientes. El terreno era mucho mas inestable, incierto de lo que hubiera imaginado. En más de una oportunidad se le cruzó por la mente la idea de regresar. Simplemente debía girarse, descender. Ya podría volver a intentarlo, venir más equipado, con más provisiones.

¿Por qué no dio marcha atrás?. ¿Por qué no tomó las cosas con más calma, si podía esperar y luego volver a intentarlo?. Sólo él lo supo.

Probablemente las ansias de descubrir eso que lo esperaba en la cima eran demasiado grandes. Probablemente porque no estaba acostumbrado a rendirse, y menos aún a dar marcha atrás.

Y ahora estaba desangrándose. Sediento. Solo. Quizás tan cerca de su propio final como nunca imaginó. Pero la cima estaba tan cerca. Sólo un pequeño, o no tan pequeño esfuerzo, y conquistaría su meta.

¿Que haría?

¿Ponía en riesgo su vida, todo lo conocido por alcanzar un sueño?

No lo dudó. Se irguió temblorosamente sobre sus debilitadas piernas, apoyándose con sus cansados brazos sobre la dura piedra, levantó la vista, inhaló profundamente una bocanada de aire y avanzó.