27 de marzo de 2010
pasan y pesan
17 de marzo de 2010
el beso perfecto
4 de marzo de 2010
malas compañías
3 de marzo de 2010
Sus labios sedientos le dijeron que debía despertar. Habían pasado horas, probablemente días de la última vez que había estado consciente. Intentó con todas sus fuerzas levantarse, apoyándose lentamente en las piedras que le cortaban la debilitada piel de sus palmas. Con cada intento fallido, la sangre brotaba de sus rodillas resquebrajadas al caer con su peso muerto, abatido sobre el pedregoso sendero.
Supo antes de comenzar el viaje que esa montaña más que un desafío sería la prueba más difícil que hubo alguna vez enfrentado. Aún así nada pudo detenerlo. Era su travesía, su búsqueda. No sabía bien que le esperaba en la cima, quizás más incertidumbre y ninguna respuesta, pero sentía que ese sendero casi perdido entre piedras y matorrales lo llevaría a algún lugar. No sólo a algún lugar, sino al lugar en el que debía estar.
Sabía también que los riesgos eran demasiado grandes. No había consultado acerca de cómo se comportaría el clima en esos lares por aquellos días, tampoco había previsto qué tiempo le llevaría la escalada por lo que no podía estimar si el agua y la comida que acarreaba serían suficientes.
Él sólo supo que era su camino y lo tomó.
Comenzó a andar, despojándose de temores y dudas. Horas más tarde, si poder siquiera saber cuántos metros se había alejado de tierra firme, ya no tenía señal en su teléfono satelital. Estaba incomunicado.
El clima no fue el mejor, soportó con entereza sus inclemencias, o al menos la mayoría de ellas. La comida y el agua no fueron suficientes. El terreno era mucho mas inestable, incierto de lo que hubiera imaginado. En más de una oportunidad se le cruzó por la mente la idea de regresar. Simplemente debía girarse, descender. Ya podría volver a intentarlo, venir más equipado, con más provisiones.
¿Por qué no dio marcha atrás?. ¿Por qué no tomó las cosas con más calma, si podía esperar y luego volver a intentarlo?. Sólo él lo supo.
Probablemente las ansias de descubrir eso que lo esperaba en la cima eran demasiado grandes. Probablemente porque no estaba acostumbrado a rendirse, y menos aún a dar marcha atrás.
Y ahora estaba desangrándose. Sediento. Solo. Quizás tan cerca de su propio final como nunca imaginó. Pero la cima estaba tan cerca. Sólo un pequeño, o no tan pequeño esfuerzo, y conquistaría su meta.
¿Que haría?
¿Ponía en riesgo su vida, todo lo conocido por alcanzar un sueño?
No lo dudó. Se irguió temblorosamente sobre sus debilitadas piernas, apoyándose con sus cansados brazos sobre la dura piedra, levantó la vista, inhaló profundamente una bocanada de aire y avanzó.