21 de enero de 2013

¿Cuánto puede afectar una sonrisa la estabilidad de una persona adulta?

¿Podrá ser?
¿Puede uno hallar en el brillo de unos ojos
(bellos por cierto, muy bellos)
respuestas a las dudas que venía formulándose?
¿Es posible acaso que la comisura de unos labios
(deliciosos, me imagino, muy deliciosos)
oculte las respuestas a tantos interrogantes?
¿Cuánto puede afectar una sonrisa la estabilidad
de una persona adulta?

Caminé haciéndome todas estas preguntas, fueron unos escasos metros los que nos separaban.
Sabía muy bien que eras vos, pero no podía ser tan evidente. Fingí buscarte de manera despreocupada...
Fueron volátiles y, por suerte, disimulados, los escalofríos que me abrazaron cuando entre las cabezas anónimas encontré tus ojos, tus labios, tu sonrisa.
Y acercándonos, cual niño frente a una vidriera de juguetes, intentaba disimular los latidos (¿qué, vos no los escuchabas?) y la sonrisa.
Esa sonrisa que evidencia que lo que ves te gusta demasiado. Maldita sea esa sonrisa que linda con la risa de felicidad y por muy muy poco no son lo mismo. Maldita sea porque me deja en evidencia, me expone.
Y por si faltaba algo, nos saludamos y me estremeciste con tus acordes al hablar.
Claro... ni rodillas, ni sonrisa, ni gestos, ni mirada pude ya controlar.
Inocente cual insecto caminé por la telaraña y caí en tu red.

Pasó el momento, si, la cola avanzó, debíamos continuar... pero esos segundos fueron ¿horas?, ¿días?, ¿que fueron?.
Fueron un regalo... no importa ni cuántos ni cómo. Fueron mi regalo.
Gracias, me hiciste sonreír, me hiciste soñar.

-------
Es de hace tiempo, pero lo vuelvo a publicar porque me gusta ;) 

11 comentarios: