21 de enero de 2013

¿ópera prima?

Son los minutos, tal vez, que pasan incesantes y lo arrollan. Son las horas, los días, los años, que vienen y se van.
Ya no quiere ser testigo de la historia, está cansado de ver los personajes una y otra vez.
Cambian de rostro, de nombre, tienen otro color de cabello, otro color de ojos, se visten diferente, pero son los mismos; la obra es la misma, los diálogos, los desenlaces. Ya no le importan siquiera las escenografías ni la banda sonora, todo es parte de un embrujo que responde a una misma receta.
Ya no quiere sentirse vacío, despertar y descubrir, que sigue tan hueco como la noche anterior. Ya no quiere navegar en miradas insulsas, despojadas de brillo.
Ya no quiere un latir opacado ni una sonrisa forzada.
Está buscando un rumbo nuevo, una obra culmine que le genere esa sensación de plenitud que sabe puede sentir.
Está buscando una historia de piel, de pasión, de charlas y entrega, pero también de recibir y compartir.
Quiere soñar, disfrutar.
Quiere sonreír y entregarse por completo.
Quiere mirar y encontrar no sólo el brillo, sino el ser desnudo y primigenio entregándose a los brazos que se le extienden.
Quiere lograr la suma perfecta de dos almas fundidas en una simbiosis de placer y éxtasis agobiante, sudoroso, dulce y tierno.
Quiere sonreír al recordar una caricia, quiere sentir el sabor de los besos permaneciendo en sus labios.
Quiere amar y ser amado, ya no está dispuesto a ser sólo un actor de reparto.

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