6 de febrero de 2010

A veces una sonrisa basta

A veces las voces se oyen demasiado fuerte, los gritos ensordecen, y el silencio es un privilegio que muchos quisiéramos disfrutar.

En ocasiones el llanto inunda las retinas, ahoga el camino salando las esperanzas. Uno no ve más allá del dolor, del momento, de la situación. El sol del ocaso nunca termina de esconderse, y sus rayos desgarran naranjas, rojo sangre. Un crepúsculo eterno, interminable, agotador.

Las almas enfrentan cruzadas propias e internas, los placeres se atormentan unos entre otros y se desangran en batallas inagotables. Heridas que no cierran de batallas perdidas, empatadas, ganadas.

Esperanzas que agotadas de esperar su concreción desgranan sus estructuras y se desmoronan, ilusiones que se esfuman en las arenas del tiempo y son arrastradas inertes ya por las horas, los días, los años.

La negrura lo nubla, la quietud sofoca haciendo difícil que el aire impregne los pulmones y la vida prevalezca.

A veces, esa luz que te rescata, ese brillo que te ayuda a salir de las penumbras, no es un sol ni una estrella. A veces con una sonrisa basta.

Una sonrisa ilumina, contagia, enamora.

A veces, una sonrisa basta.

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