Cuando uno es pequeño imagina que será cuando crezca. Pasa de querer ser Médico a Constructor, se perfecciona en Ingeniería, cambia a Astronauta y de inmediato quiere ser Rey. Las fantasías se conjugan con la realidad y cada instante es un nuevo proyecto de vida.
En la adolescencia nos apresuramos por ser grandes. No nos importa mucho el qué ni el cómo, solo queremos que sea ya, ahora. Libertad, sentimos que buscamos desesperadamente.
Y llega ese momento en el que las fantasías nos arrastran hacia un lugar y la realidad nos empuja a tomar decisiones de mayores, cuando todavía somos tan jóvenes. Y elegimos. Empezamos a andar un camino, por nuestros medios, apoyándonos o no en quienes tenemos cerca, pero andamos.
Hay elecciones que hacemos que nos hacen descubrir un mundo con el que nunca habíamos soñado, otras que son previsibles, muchas que nos llevan directo a una pared. Pero lo importante es elegir. Decidir. Optar.
Hace muchos años elegí un camino, elegí una vida.
Elegí compartir mis sueños y utopías con un grupo de gente que veía las mismas injusticias y carencias en mi entorno que yo.
Comencé a andar un camino con compañeros que caminaban a mi lado y se esforzaban al igual que yo.
Con el pasar de los años descubrí que la confianza puede tomar muchas formas, pero ésa que te permite estar seguro de vos mismo y a la vez de quienes te rodean, implica muchas cosas, muchas turbulencias atravesadas en conjunto.
Comprendí que cada día me faltaba más por aprender y por saber.
Aprendí a hacer en conjunto, pensando en equipo. Conocí el compromiso y forjé mis principios, a la par de los de mis compañeros.
Pude conocer un mundo complejo y entramado de consensos y disensos. Disfruté las victorias, lloré las derrotas.
Logré entender que cuando uno forma parte de algo y se compromete, los cambios si son posibles. Aprendí a ser parte de algo mucho más grande que uno mismo. Descubrí que el objetivo es más grande, incluso, que lo que mis ojos alcanzan a ver.
Pasión conjugada con voluntad, pensamiento y acción de la mano, coherencia y responsabilidad como herramientas. Un andar tranquilo que persigue utopías. Sueños que se esfuerzan por convertirse en realidad.
Hace muchos años elegí comprometerme con una ideología, con un manojo de principios, con prácticas honestas y con el trabajo constante. Con el pasar de ellos construimos sueños y proyectos colectivos. Construimos realidades diferentes.
No es que esté llegando al final, muy por el contrario, ese camino es aún más largo. Muchos han pasado y siguieron andando, muchos se desviaron o simplemente se agotaron. Por mi parte, he completado un ciclo. He llegado a un punto en el que debo cambiar de herramienta, para seguir andando el mismo camino.
Y es a la vez dulce y amargo.
Es amargo mirar hacia atrás y ver cómo el tiempo pasó y cómo muchos de los que me acompañaron en este camino fueron culminando sus ciclos. También lo es mirar hacia adelante y ver que ya no caminaré junto a otros. Es amargo saber que las cosas a las que me había logrado acostumbrar ya no estarán, que las personas con las que me había habituado a dialogar estarán ocupadas en otras conversaciones. Es hasta un poco triste alejarse de un momento a otro, por más que sepa que aún hay mucho por hacer y aportar.
Y a la vez ese sabor dulce genera una sonrisa que se mezcla con las lágrimas. Ese sabor gratificante de haber transitado y haber dejado, mucho o poco, lo mejor que uno pudo dar. Esa alegría de mirar hacia adelante y ver como quienes, de diversas formas, te acompañaban, siguen firmes su andar.
De eso se trata, de pertenecer, no de poseer. De formar parte, no de ser indispensable. De entregar todo, no de esperar recibirlo todo.
Y el ciclo culminó.
Ésta etapa se cerró. Y me despido con una inmensa alegría teñida de tristeza. Alegría de haber sido parte. Tristeza lógica de dejar algo que se ama.
Pero verlos seguir es lo más lindo, lo que me hace pensar que tantos años, no sólo valieron la pena, sino que si tuviese que volver a elegir, lo haría sin siquiera pestañear.
Hoy quiero agradecerles, a todos quienes estuvieron, quienes están y quienes estarán, por permitirme ser feliz siendo parte, por enseñarme y permitirme crecer. Por dejarme compartir y reproducir. Por enseñarme que ser rey es quizás un sueño, pero que un Reino, sin dudas, se puede construir.
(A la Franja Morada Regional Litoral, de hoy y de siempre, por todo lo que me dio y me permitió entregarle)
No hay comentarios:
Publicar un comentario