17 de marzo de 2010

el beso perfecto

Fue en ese instante, que supo la verdad.
Con sus manos aferrándose a sus hombros y las suyas a su cintura podía sentir como la sangre fluía en sus venas y llegaba galopante a su corazón para asestarle un golpe que no conocía. Sentía como si fuera a salírsele del pecho, en ese latido o en cualquiera de los siguientes, pero volvería a ubicarse en su pecho y volvería a salir.
El temblequeo de sus piernas y sus manos acariciando su suave piel, por primera / última vez lo mareaban al punto de anclarse en sus ojos para hacerlo sentir que sólo allí estaba seguro, que ése era el lugar que estaba buscando… en sus brazos, con la mirada fija en su alma, que había sido desnudada al igual que la suya.
Dos almas desnudas fundidas en un abrazo, y la mirada que ya no era fría sino que lo quemaba… pero con ese calor que abraza al corazón cuando se siente feliz. Estaban cerrando con ese abrazo un pacto que los uniría de alguna manera extraña para siempre. Era un final, y un comienzo. Se trataba de cariño, de afecto, de emoción.
Y sus labios se encontraron, torpes y temerosos, uniéndose, superponiéndose, reconociéndose los unos a los otros. Y permanecieron allí mientras sus lágrimas comenzaban a humedecerle las mejillas. Y fue entonces que comenzaron a temblar juntos, los labios de estos dos seres que se despedían / encontraban.
Un beso tan puro, tan sincero como nunca en su vida había recibido, ni dado. Un beso que podría durar siglos probablemente de no ser por los latidos que le recordaron que estaba vivo. Un beso que lo hacía sentir extremadamente vivo y al borde del precipicio. Que le arrancaba una sonrisa bañada en lágrimas.
Sus labios se violentaron, sus lenguas libraron la última batalla, una que ya conocían, pero que nunca supo tan bien como en ese momento. Estaban despidiéndose. Estaban perdonándose. Estaban encontrándose otra vez.
Fue en ese momento, en ese instante, que supo la verdad. No se trata ni de un juego ni de una película, no se trata de ganar o de perder. Se trata de querer y ser querido. De la forma más pura e inexplicable. Y sus labios sellaron con ese beso, suave, tierno, dulce…una etapa.
¿Que vendría ahora? Esa es la pregunta cuya respuesta ya no cotiza como antes...
Descubrió que esa respuesta no es relevante en sí misma, que no sirve conocerla de antemano, y que no depende sólo de él. Es una respuesta que deberá ser construida entre los dos.
Y así los caminos sean separados, el mismo, o uno que los encuentre de cuando en cuando, lo importante fue que en ese instante supo, cuanto le quería, y supo también, cuán querido era.

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