4 de marzo de 2010

malas compañías

¿Cuántas veces sofocamos ese grito que provenía de lo más profundo, y dejamos que se pierda esparciéndose en puntadas de dolor?. ¿Cuántas lágrimas secamos antes de que siquiera puedan dejar nuestras retinas humedecidas?

¿Para qué, por qué?

Son preguntas que pocas veces nos hacemos.

Maldita soledad, que así cómo silenciosa compañía también puede ser alarmante y escandalosa carga.

Hoy me desangra lentamente, me roba suspiros dilatados, sollozos apagados.
Ya no quiero padecerla, abatido, cansado de convivir con ella.

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